Treinta y seis años después del estreno de la primera, Tim Burton nos hace aterrizar, una vez más, de lleno en el mundo de Bitelchús, los Deetz y el Más Allá. ¿Era necesaria esta secuela?: te lo contamos todo sobre la película que encantará a los espectadores casuales.
Sinopsis de ‘Bitelchús Bitelchús’
La conflictiva hija de Charles Deetz y su segunda esposa, Delia, es ahora una presentadora de televisión de un exitosísimo programa esotérico. Lydia Deetz ha hecho de su don para ver fantasmas toda una carrera, y ahora lo utiliza para resolver exorcismos en casas encantadas ajenas. Lo que en su juventud pudiera parecer una interesantísima habilidad sobre-humana, sin embargo, pronto se ha convertido en todo un martirio; Lydia se ve obligada a tomar ansiolíticos para escapar de los espíritus que la persiguen y le atormentan con sus problemas. A su lado, su servicial novio y manager, Rory, trata de que el programa no detenga la emisión bajo ninguna circunstancia.
El programa se ve interrumpido cuando Lydia recibe la urgente llamada de su madrastra, Delia, que le informa de que su padre acaba de morir. Lydia y Delia, reconciliadas, van a buscar a Astrid, la rebelde hija de la primera, al internado en el que estudia para acudir juntas al funeral de Charles. Vemos entonces que Lydia lucha día a día con un problema mucho más importante que sus visiones de ultra tumba; Astrid odia a su madre por haberse divorciado de su difunto padre, y la considera una farsante por no ser capaz de hablar con él.
Así, tres generaciones de mujeres Deetz vuelven a la casa de la colina de Winter River, donde Charles tan feliz fue, para darle un último adiós y, por el camino, tratar de reconciliar a madre e hija. En paralelo con la vida adulta de Lydia, a Bitelchús le persigue en el mundo de los muertos una vieja conocida que quiere su cabeza. Una vez más, los Deetz y el bio-exorcista más famoso de la otra vida aunarán sus fuerzas para lograr lo que cada parte quiere entre incursiones al Más Allá, consultas del «Manual para difuntos recientes» y apariciones fantasmales.
‘Bitelchús Bitelchús’ es exactamente lo que todos nos esperábamos
Tim Burton no está atravesando su mejor etapa creativa; aunque ‘Miércoles’ fuera todo un éxito de audiencias, la crítica no tuvo muchas cosas buenas que decir de una serie que se pierde a sí misma hacia la mitad de la temporada. En cuanto a estrenos cinematográficos, Burton no deja de encadenar un fracaso tras otro.
‘Dumbo’, hace ya seis años, fue su última premiere en la gran pantalla, un live-action de Disney que, si bien recuperó en taquilla su inversión inicial, pasó sin pena ni gloria entre las integrantes de su filmografía; antes de eso, ‘El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares’ no recibió más que críticas mixtas, algo que queda muy lejos de sus alabadísimos primeros trabajos los cuales, hasta 2012, recibían regularmente nominaciones a los Óscar.
‘Bitelchús’, estrenada en 1988, es la segunda película que Burton firmó como director. Mucho antes de la tierna ‘Eduardo Manostijeras’ o la fantástica ‘Big Fish’, Burton se aventuraba a dirigir una comedia de humor negro y terror que quintuplicaba en taquilla su presupuesto y enamoraba a audiencias de todo el mundo.
En el pre-estreno del pasado jueves 5 de septiembre, antes de la secuela, se proyectaba para la misma audiencia la primera cinta de la franquicia; las bromas y chistes generaron tanta carcajada, o más si cabe, que el día del estreno. ‘Bitelchús’ es una cinta poco convencional, que mezcla acción real con efectos visuales de stop-motion para lograr un resultado final tan inquietante como peculiar (en el mejor de los sentidos)
Esto es algo que, sin embargo, no va en el nombre: ‘Bitelchús Bitelchús’ es una película más. Con un VFX que abusa del recurso digital, un sentido del humor casi inexistente y una narrativa lineal dispersa entre sus muchos personajes, la secuela no le llega ni a la suela de los zapatos a su hermana mayor.
Lo mejor de la película
Son pocos los hallazgos que se pueden atribuir a esta cinta; entre ellos, el ‘soul train’, que nos adentra en el mundo de los muertos a modo de insider, puede que sea el mejor de ellos. La evolución de Delia y Lydia desde la última película es otro de los aciertos: la primera es ahora una excéntrica artista de performance en Nueva York, tan estrambótica como fuera en los ochenta; la segunda no ha perdido, para nuestro deleite, su estética goth representativa, y tanto Winona como O’Hara están espectaculares en sus respectivas re-apariciones.
Jenna Ortega y Justin Theroux son dos extraordinarias incorporaciones al elenco. Ortega, nueva musa burtoniana, interpreta a una joven resentida que, si bien encapsula la misma esencia conflictiva que hiciera Ryder a su edad, no cae en la copia; Theroux, por su parte, es un divertidísimo novio pesado que lidera las únicas escenas cómicas que funcionan en el grueso de la cinta. Aunque su impoluta caracterización nos hace pensar que no haya pasado el tiempo por él, Michael Keaton es presa de un guion que le ha quitado sus mejores herramientas, y el mordaz e inapropiado Bitelchús sufre como consecuencia de ello.
Muchos personajes que tratan de ocultar una verdad ineludible: la película está vacía
Esta segunda película está completamente falta de un núcleo temático claro; viene a continuar las historias de los personajes que ya conocemos, pero no tiene nada nuevo que decir. La ‘Bitelchús’ original hablaba de la familia, alertaba sobre los peligros de la gentrificación e imaginaba una muerte plagada de funcionarios y completamente cotidiana; por el contrario, la secuela parece no saber muy bien qué ha venido a contar y, como consecuencia, el guion se pierde a medio camino. Sólo lo ponen en marcha las acciones incongruentes de unos protagonistas que acabamos de conocer y de los que sabemos más bien poco.
Dolores, Wolf, el padre Damien, Jeremy o Bob son algunos de los personajes secundarios en los que perdemos preciosos minutos de metraje que hubieran estado mejor invertidos explorando el funcionamiento interno de las relaciones madre-hija-abuela de las Deetz. Ninguno de ellos está lo suficientemente desarrollado como para despertar en nosotros el interés por conocerlos mejor (la película sólo dura diez minutos más que la primera) y, cuanto más los vemos, más echamos de menos a Bárbara, Adam y Otho, tres de los pilares que contribuyen a construir el universo ‘Bitelchús’ y que dejan huérfana a esta secuela.
El elemento musical de la primera película está igualmente presente en esta, pero las canciones están elegidas con mucho menos acierto; volvemos a escuchar «Day-O», en una escena y código muy distintos a los de la cinta original que, francamente, funciona bastante bien; sin embargo, los números musicales de esta película son más largos y menos emocionantes, y sufren, como no puede ser de otra manera, cuando los comparamos con los de la primera.
En general, y para resumir, ‘Bitelchús Bitelchús’ es una secuela con todas las letras; por decirlo de alguna manera, set trata de una versión mainstream de la película clásica, que gustará al espectador casual pero que decepcionará a los fans de la primera. Esta continuación peca de olvidarse de todos los hallazgos de la cinta original, y se traiciona a sí misma abandonando el humor seco que enamoró a la audiencia de los ochenta. Aunque está plagada de estrellas, sólo Catherine O’Hara y Winona Ryder consiguen brillar con luz propia, lo que deja en muy mal lugar a nombres de legado como sean Dafoe o Bellucci.
En conclusión, y como todos ya sabíamos, diremos que ‘Bitelchús Bitelchús’ se pierde antes de empezar. Si algo le podemos agradecer es la tirada de maratones que han programado los cines, en los que se proyectan ambas cintas y que permitirán a los más jóvenes disfrutar de la verdadera experiencia cinéfila que es ver la primera en la gran pantalla. ‘Bitelchús’ se mantiene tan fresca como el primer día, y ese es el legado indiscutible del trabajo del que fuera, hace ya toda una vida, el genial Tim Burton.
Que el espectador juzgue, sin embargo, por sí mismo; ‘Bitelchús Bitelchús‘ ya está disponible en cines de todo el país.