Durante la espera para el estreno de ‘Chicas malas (2024)’ ha habido cierta confusión sobre la naturaleza de esta película. A ojos de gran parte del público general era simplemente un remake del ya clásico film con el mismo nombre de 2004. Los más informados, sin embargo, respondían que no, que se trataba en realidad de una adaptación para la gran pantalla del musical de Broadway estrenado en 2018, a su vez adaptado a partir de la película. Las capas de adaptación son varias y confusas, pero si hay una cosa clara sobre el resultado es la siguiente: sea cual sea la naturaleza de este remake, en ningún caso está a la altura como película individual.
Ambas películas —y el musical de Broadway— están escritos por la actriz y cómica estadounidense Tina Fey. Precisamente por esto, es difícil entender por qué nada en la nueva versión de ‘Chicas malas’ parece funcionar. La trama de la película es idéntica a la de la original, por lo que parte de una base preestablecida y potente. Prácticamente todos los demás elementos de la película, en los que difiere de la original, son decepcionantes en comparación.
‘Chicas malas (2024)’ no está a la altura de su predecesora
La nueva versión de la película, que busca recontextualizar la original en la actualidad, apuesta por una estética digital, utiliza el formato de la pantalla de smartphone como recurso, y un lenguaje muy de la Generación Z. Mientras que esta decisión sí deja claro que la película se sitúa en nuestro presente, deja una extraña sensación de que no va a envejecer bien.
Aunque se podría argumentar que la película original también utiliza jerga «dosmilera», y es de hecho uno de los aspectos que la siguen haciendo atractiva a día de hoy, lo hace de forma que no es alienante para una audiencia ajena. En esta nueva adaptación, situada en el contexto actual de las micro-tendencias fomentadas por redes sociales de producción masiva como TikTok, el lenguaje verbal y visual son tan específicos que probablemente parezcan anticuados de aquí a unos meses, ni hablar ya de unos años.
Uno de los aspectos más positivos de la película es su respeto al género musical. A diferencia de muchas adaptaciones cinematográficas de musicales de Broadway, ‘Chicas malas’ ha optado por crear un elenco de actores curtidos en el exigente arte del teatro musical. Los protagonistas no son grandes estrellas ya establecidas de Hollywood, pero sin lugar a dudas son cantantes además de actores.
Como consecuencia, la frustración es todavía mayor cuando la película no está a la altura de las expectativas tampoco en su aspecto musical. Las canciones originales de la obra de teatro son trasladadas en la película al terreno del pop —probablemente con el mismo afán de modernización que comentábamos antes— y reciben una producción genérica que las despoja de su fuerza dramática y que no permite a los cantantes mostrar su virtuosismo vocal.
Cada número musical, en lugar de ser un despliegue de recursos cinematográficos atractivos, está rodado como un videoclip visualmente plano. La película comete uno de los mayores crímenes que puede cometer un musical: que las canciones sean superfluas. Las canciones no son capaces de justificar su propia existencia, y, más allá de un par de momentos concretos, son una molestia.
No todo en ‘Chicas malas’ es un fracaso. La película tiene algunos grandes aciertos, como es la elección de la actriz y cantante emergente Renée Rapp para el icónico papel de la villana, Regina George. Rapp, que ya interpretó a este personaje en la versión de Broadway, tira de la película con sus propias manos.
Su interpretación es un triunfo en tanto que difiere considerablemente del trabajo de Rachel McAdams en la versión original. Teniendo en cuenta que el personaje es, al fin y al cabo, el mismo; la Regina George de Rapp es, si cabe, más perversa que la de McAdams. Su maldad es agresiva, sin sutilezas. Su popularidad se basa en el miedo de los demás, ejercido de forma mucho más directa que en la versión de 2004, y esta decisión interpretativa la salva de las comparaciones negativas que le habría acarreado intentar copiar el material existente.
En el elenco secundario es necesario destacar el trabajo de Jaquel Spivey y Avantika en los roles de Damian y Karen, respectivamente. Ambos ofrecen el “comic relief” que la película necesita cuando el guion les da la oportunidad, y brillan en sus números musicales individuales.
En contraste, personajes principales como Cady o Aaron, interpretados por Angourie Rice y Christopher Briney, pasan casi completamente desapercibidos en su propia película. Aunque no haya nada en sus actuaciones que las haga malas per se ninguno de ellos consigue sobresalir a pesar de tener el protagonismo a su favor. 20 años después de su estreno, todo el mundo sigue recordando la memorable interpretación de Lindsay Lohan como Cady, que ejecutaba el humor del guion con facilidad en todo momento. Rice, sin embargo, no consigue dejar huella.
Muchos fans del teatro musical agradecen sin duda la existencia de adaptaciones en pantalla de sus obras favoritas. El teatro es caro y está muy focalizado en los escenarios de Broadway en Nueva York y el West End de Londres, por lo que una película pone estas obras al alcance de todos. Sin embargo, a la hora de hacer esta traducción del teatro musical al cine, hay que entender el cambio de lenguaje, y saber cómo utilizarlo.
‘Chicas malas’ sale perdiendo en una comparación, tanto con su predecesora cinematográfica como con el musical de Broadway. Si buscamos una inteligente comedia satírica sobre la maldad de los adolescentes en el instituto, la versión de 2004 está disponible y es más satisfactoria. Si lo que queremos es disfrutar de las canciones, es más recomendable acudir a plataformas de streaming musicales y escuchar las originales.
La participación de una veterana y talentosa guionista tendría que haber garantizado una buena base sobre la que trabajar, pero el guion es insulso y está acompañado por una dirección poco inspirada que hace que los pocos elementos de ‘Chicas malas’ que funcionan no sean suficientes para que la película se tenga en pie. Con otras adaptaciones musicales como la célebre ‘Wicked’ en el horizonte, solo cabe esperar que el enfoque sea radicalmente distinto.
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