Estás pensando en renovar tus altavoces o el subwoofer y, como muchos, te enfrentas a una avalancha de cifras técnicas que prometen maravillas: “Estos llegan hasta 40 Hz a -6 dB, ¡los graves deben ser increíbles!”, podrías pensar al leer el manual. Pero, ¿realmente esas especificaciones cuentan toda la historia?
La siguiente pregunta surge de forma inevitable: “Si mis altavoces llegan a 40 Hz, ¿por qué necesitaría un subwoofer?”. Y aquí está el giro clave: en el mundo real, esas cifras prometedoras a menudo no se traducen en un rendimiento satisfactorio. Incluso los altavoces más grandes y prometedores pueden beneficiarse enormemente de la adición de un subwoofer, pero, ¿por qué ocurre esto?
La respuesta puede sorprenderte, y también revela un lado menos glamuroso de la industria del audio. En este artículo, desentrañamos cómo las especificaciones pueden ser engañosas y por qué el verdadero desempeño en tu sala de estar puede ser muy diferente al que promete el papel.
Cifras en decibelios y hertzios en búsqueda del subwoofer
Hay que entender que los fabricantes de altavoces están en un negocio de mucha competitividad y algunos pueden sentirse presionados a hacer que sus especificaciones luzcan lo mejor posible a costa de confundir al posible cliente.
No es una opinión personal, referentes audiófilos como Audioholics, llevan tiempo haciendo campaña para que las empresas fabricantes presenten sus especificaciones de una manera estandarizada y, sobre todo, honesta con el usuario. Audioholics presenta su particular batalla en las especificaciones reales y estandarizadas para todos los fabricantes de amplificadores y receptores AV que venden en Estados Unidos.
Dicho esto, también es cierto que los mejores fabricantes también suelen ser los más honestos y sus especificaciones de rendimiento así lo reflejan. Tomemos como ejemplo a Bowers & Wilkins en cajas pasivas o Neumann en cajas activas. Si, por ejemplo nos fijamos en el espectacular modelo de torre 702 S3 de B&W, enumeran tanto el rango de frecuencia como la respuesta de frecuencia sin trampas.
En concreto, anuncian un rango de frecuencia de 28 Hz a 33 Khz lineales, exprimidos al máximo sin mayor información de hasta donde caen su linearidad en decibelios o distorsión. A 28 Hz y a 33 Khz, algo de sonido son capaces de emitir. Pero su respuesta de frecuencia efectiva es de 46 Hz a 28 Khz ± 3 dB. En otras palabras estas últimas cifras son las de un rendimiento del mundo real antes de que la habitación comience a degradar los graves profundos y los agudos.
Es más, también publican la distorsión armónica acumulada de manera que: de 86 Hz a 28 Khz no sobrepasa el 1% y de 110 Hz a 20 Khz, menor del 0,5%. Por lo que vas a pagar, qué menos que faciliten esta información de manera honesta. En un mundo ideal, esta forma de presentar el rendimiento de los altavoces debería ser la norma en la Unión Europea independientemente de su coste o de si es gama baja o alta.
La habitación suena
Y vamos a explicar por qué es importante entender esos matices en los número de ± 1 dB ó ± 2 dB, etc. de la coletilla final. Básicamente la razón es que de nada sirve al cliente que va a gastarse unos cuantos cientos de euros el rendimiento de un altavoz X en una cámara anecoica o con acondicionamiento y medidas ideales. No tiene ningún sentido porque la habitación donde va a funcionar, en un domicilio, está a años luz de ser acústicamente perfecta.
Lo que escuchamos de nuestra música favorita o de una película, es la banda sonora amplificada por el amplificador (valga la redundancia), traducida por los altavoces a vibraciones del aire y escuchada en la acústica de una habitación determinada. Son, al menos, esos tres factores los que determinan la cualidad del audio; nuestra experiencia imposible de trasladar a otra casa o de imponer en un foro de internet que echa fuego en el debate.
Sí, la habitación se escucha y mucho. Y, a menudo, puede ser la culpable, ya que acústicamente son destructivas cuando se trata de la cualidad original de los graves. Estas frecuencias profundas, pongamos de 500 Hz hacia abajo y desde luego con más preponderacia de 200 a 1 Hz, se ven afectadas mucho más por la habitación que las frecuencias medias o altas porque sus longitudes de onda son muy largas.
Por ejemplo, esa nota musical de un bajo de 34 Hz tiene 10 metros de largo. O siguiendo con otro ejemplo que ya tratamos en AVPasión: el Blu-ray 4K de ‘Un lugar tranquilo: día 1’ tiene en el canal central, picos a 40 y 20 hz a -5 dBFS, ¡ese pico a 20 hz tiene una longitud de 17 metros! Eso es suficiente tiempo para que la longitud de onda se doble sobre sí misma en la mayoría de domicilios y habitaciones, provocando cancelación en varios puntos. Y, por desgracia, el punto de máxima cancelación suele caer más o menos dónde estás sentado.
Aquí es donde interviene un subwoofer con una clara ventaja. A diferencia de los conos de los altavoces principales, los subwoofers vienen con amplificadores potentes y cruces diseñados con precisión que permiten concentrar toda esa energía sónica justo donde los altavoces se quedan cortos en potencia, linealidad o distorsión.
Un subwoofer no sólo suena más bajo, sino que llena los graves profundos y viscerales que la mayoría de los conos no pueden manejar con fidelidad. Ese es el secreto que mucha gente no entiende. El subwoofer opera independientemente de la posición del altavoz, con un amplificador que produce mucha potencia, lo que permite colocar el sub para obtener resultados óptimos y concentrar la energía donde beneficia a los altavoces principales. Es una relación de pareja, un binomio.
Las octavas, frecuencias y energía
Esa visceralidad hay que traducirla a la ciencia, pasar de la emotividad a los números para ser didácticos. Y para ello hay que indagar en cómo los consumidores interpretan las especificaciones de los altavoces. La recomendación de AVPasión es pensar en octavas. Veamos cómo. Cuando leemos «40 Hz a -6 dB», significa que el fabricante nos está diciendo de antemano que la salida del altavoz es la mitad de potente que solo una octava más alta. Una octava es una duplicación numérica, por lo que a 80 Hz, ese altavoz sonará un 50 % más fuerte (de volumen) que a 40 Hz.
O dicho al revés, ese altavoz reproducirá un tono de de 40 Hz con la mitad del volumen que esa misma nota a 80 Hz. Es pequeño detalle informativo contextualizado por las octavas, ya es suficiente para marcar una diferencia notable en la experiencia de nuestras casas. E incluso, en la realidad del hogar, podría ser incluso peor debido a la cancelación de graves mencionada anteriormente. Entender esto es crítico para configurar una sala de música o de cine en casa, y desde luego para donde colocar la frecuencia de cruce.
Ahora, consideremos ese mismo altavoz emparejado con un subwoofer correctamente calibrado. Tomemos nuevamente el altavoz Bowers & Wilkins 702 S3, de 28 Hz exprimidos con pérdidas y distorsión pero con respuesta de frecuencia efectiva en graves de 46 Hz ± 3 dB. Habrá que buscar un subwoofer que en su correspondiente respuesta en frecuencia, tenga un rendimiento lineal y con baja distorsión ya en 50 Hz (por redondear la cifra de 46 Hz). Y de nuevo, retomando el ejemplo de ‘Un lugar tranquilo: día 1’ como referencia, 20 ó 30 Hz se sienten como un terremoto leve de la enérgica presurización del aire en la habitación.
Para ir terminando, un subwoofer pequeño o mediano se puede colocar con más o menos facilidad para ofrecer graves profundos máximos, gracias a su potente amplificador incorporado y crossover variable. Esto permite establecer el punto de cruce con tanta precisión que no detectará la transferencia entre el sub y los altavoces asociados, una vez calibrados ambos. El beneficio está claro: reproducir graves profundos sostenidos y transitorios.
Más aún, al colocar dos o más subwoofers cerca del límite de una habitación (por ejemplos las cuatro esquinas) y aprovechar esos amplificadores de alta corriente, podemos concentrar la energía en un rango de frecuencia estrecho (28-46 Hz siguiendo con el ejemplo de los B&W 702 S3). Esto puede dar como resultado una mejora de 10 a 12 dB en el rendimiento de graves profundos, más del doble de la salida de un altavoz típico en una domicilio estándar.
Esta es la razón por la que casi todos los altavoces (¿tal vez todos?), incluso los modelos de suelo grandes y bien diseñados, se beneficiarán de un sub bien emparejado en especificaciones y bien calibrado, claro está. Con un subwoofer correctamente integrado, la experiencia auditiva se transforma. No se trata sólo de escuchar el bajo, sino de sentirlo. Ya sea el estruendo de la banda sonora de una película o las notas más bajas demuestra música favorita, el subwoofer le da vida a un sistema de audio de una manera que ningún altavoz independiente puede igualar.
No olvidemos el detalle de que el sentido del oído es mixto: se percibe tanto por el nervio auditivo (frecuencias graves, medias y agudas) como por el sentido del tacto (vibraciones y presión en nuestro cuerpo o la piel, de los subgraves).
Por último, os dejamos en estos links el Volumen 1 y también el Volumen 2 de una selección de canciones que recomendamos en AVPasión para probar los sistemas de sonido. ¡A disfrutar!
Fuentes | REL subwoofers y Bower & Wilkings