Nuestro país tiene una larga historia de comedia estructurada a partir del sketch, siendo «La hora de José Mota» y «Camera Café» dos de los ejemplos más representativos de ello. Esta forma de contar historias establece unos personajes estereotípicos que se reducen muchas veces a un único rasgo de su personalidad (su trabajo, su pareja o su condición física), pero que a su vez permite que entremos directamente a desarrollar el conflicto sin necesidad de conocer antes a sus protagonistas.
«Atasco» no difiere de este esquema: con personajes acreditados como «novio», «madre superiora» y «mánager», Rodrigo Sopeña (director, escritor y productor de la serie) nos deja claro que su prioridad es la comedia sobre el desarrollo de personaje o la narración de la historia. «Atasco» es, por tanto, una serie que bebe directamente de la tradición cómica española para crear una ficción tan atractiva como interesante.
Qué podemos esperar de «Atasco»
La propuesta es muy simple: como muy bien su nombre indica, un gran atasco deja a varios cientos de coches detenidos en la autopista. En cada capítulo vamos entrando en las historias y en las vidas de los pasajeros de tres o cuatro de estos coches, cuya trama empieza y termina dentro del propio episodio. Los únicos que se saltan esta norma son Sonia (María León) y Fede (Edu Soto), que desarrollan en su sketch un problema (físico) y un conflicto (emocional) que vertebra la serie y que le da cierto aspecto de continuidad.
Vemos a los demás personajes como secundarios en las historias ajenas (gritando algo o por la ventanilla del coche en el que estamos en ese momento), pero cada situación tiene su propia oportunidad de defenderse y brillar. Aunque la gran mayoría de sketches son para dos, encontramos monólogos (como el encabezado por Pedro Casablanc, o la comedia física de Paco Collado), escenas de tres (los hermanos atracadores) y escenas grupales, en las que varias personas salen de los coches para interactuar o cuyas historias se terminan entrelazando.
De entre éstas, sin duda la más tierna es la que protagonizan Toni Acosta y Roberto Álamo como los taxistas. No haremos spoilers en esta crítica, y por tanto sólo pediré a los lectores que vean el tercer capítulo para entender de lo que hablo (y disfrutar de una fantástica escena doble en el proceso).
No todos los sketches están a la misma altura
Por supuesto, y al contar con tantas tramas, actores y personajes, hay situaciones más pulidas que otras. La protagonizada por Ana Wagener y Carla Campra es una necesaria crítica al tratamiento que reciben los jóvenes creativos en la industria; el mismo tono crítico encontramos en la escena del director de cine (Pedro Casablanc). Su personaje se enfrenta a una situación en la que debe comprometer la integridad de su trabajo artístico en función de las exigencias de su empresa, que son descabelladas y que hacen patente el mal estado de la industria cinematográfica de nuestro país.
Muy distinta es la escena encabezada por un Pepe Sevilla estelar que interpreta a un conductor de coche fúnebre sin puntos en el carnet, tan divertido como patético. Otra de las escenas más brillantes es la protagonizada por Antonio Resines y Santi Rodríguez, dos conductores de una furgoneta blindada que se zambullen en una conversación hipotética que les lleva a soñar despiertos.
El primer sketch con el que abre la serie (una familia cuyas hijas pequeñas, desde el asiento de atrás, ven algo extraño en el vehículo que tienen parado a la derecha) deja claro el tono que podemos esperar a lo largo de toda la temporada: escenas divertidas, cortas y no muy complejas de resolución rápida y de naturaleza curiosa. A partir de entonces, Rodrigo Sopeña nos lleva de la mano a descubrir toda clase de situaciones y personajes en seis capítulos de media hora cada uno.
Cabe mencionar también la escena que comparten Magüi Mira y Luisa Gavasa, dos monjas que teorizan sobre la voluntad de Dios en relación con llevar puesto el cinturón de seguridad mientras el coche está en marcha. A lo largo del último capítulo, esta escena es un hilarante regalo que nos deja un más que buen sabor de boca al terminar la serie.
La propia resolución (la razón de ser del atasco, oculta desde el primer capítulo bajo una tienda de plástico desplegada por las autoridades) se construye, de nuevo, a partir de la crítica social a un tema de actualidad (que no desvelaremos aquí con el ánimo de que los lectores vean la serie), sobre el que se hace comedia pero que encierra una realidad patente y verdadera.
Por supuesto, contando con el extensísimo abanico interpretativo con el que cuenta «Atasco», la interpretación de los actores es variada y colorida. Anabel Alonso está casi irreconocible, en un personaje tímido y gris que termina saliéndose con la suya; Silma López, sin embargo, lidera una situación repetitiva sin mucho éxito. Los ya mencionados María León y Edu Soto llegan a estirar demasiado el gag en una escena simple y no muy interesante que se extiende sin razón alguna.
«Atasco» es una gran serie y un importante precedente en plataformas
La dirección, por tanto, no es el fuerte de una serie con una propuesta interesante, grandes nombres, un guión atractivo y una buena producción. La clave de las distintas escenas no recae, por tanto, en el diálogo ni en la trama, si no en la capacidad interpretativa de los actores que la defienden. Por suerte para Sopeña, entre sus cuarenta nombres tiene muchos grandes talentos (veteranos de la industria a los que todos conocemos, y jóvenes estrellas por descubrir) que llenan la pantalla y nos dejan con ganas de más.
En definitiva, «Atasco» es una serie breve y divertida, que engancha pero que no consume, y perfecta para pasar un buen rato viéndosela del tirón. Lleva en Prime Video España desde el viernes 24 de mayo y su condición de miniserie impide casi con toda seguridad que veamos el estreno de una segunda temporada. Sólo podemos desear que «Atasco» haya sentado un precedente para poder disfrutar más pronto que tarde, y con producción nacional a poder ser, de más propuestas de comedia como esta.