Lo que comenzó como una auténtica revolución en la experiencia visual parece estar atravesando un periodo de moderación. El uso del HDR (High Dynamic Range), una de las tecnologías más aclamadas en su lanzamiento por su capacidad de ofrecer imágenes con un rango dinámico extremo, muestra signos de retroceso. Y no está solo: la resolución 4K, que prometía ser el nuevo estándar de definición, sigue un camino similar. La tendencia es clara en el panorama audiovisual actual: tras el impacto inicial, el aprovechamiento de estas innovaciones se ha estancado o incluso ha disminuido.
A este dúo de tecnologías en descenso se suma una tercera: el wide color gamut (WCG). Los espacios de color ampliados, como el DCI-P3 o el REC. 2020, que consiguen colores más ricos y profundos, se han convertido en una rareza en muchas de las producciones recientes. Lo que alguna vez fue símbolo de vanguardia técnica y ambición estética, ahora parece limitarse a un uso más comedido.
HDR, 4K y WCG formaron un tridente que encabezó la evolución audiovisual de los últimos años, pero hoy parecen estar atravesando una especie de resaca tecnológica tras el deslumbrante festín de píxeles, contrastes extremos y paletas cromáticas saturadas que marcaron sus primeros tiempos de gloria. El furor por la novedad ha dado paso a una etapa más sobria.

Más que un descenso abrupto, podríamos hablar de una meseta: los creadores siguen utilizando estas herramientas, pero lo hacen de manera mucho más selectiva. La dirección artística prioriza ahora la moderación en la luz, el rango dinámico y la gama cromática, optando muchas veces por paletas más tradicionales y un estilo visual más contenido.
En resumen, no estamos ante un valle profundo, pero sí en una llanura donde la sofisticación tecnológica ya no es la protagonista absoluta, sino un recurso que se integra con mesura en función de la visión creativa.
Hay cineastas con los que trabajo cuya respuesta es idéntica: «Quiero que el HDR sea idéntico al SDR. Quiero que tenga el mismo rango dinámico. Quiero que tenga la misma gama de colores. No quiero que cambie absolutamente nada. Solo quiero cambiar el resultado final, porque eso es lo que me exige el estudio – Cullen Kelly, colorista.
Esto trae una primera consecuencia económica: dentro del retroceso del formato físico, lo que más se vende son Blu-rays y DVDs, dicho en formato numérico, lo que más se vende es 1080 y 576 píxeles. El mayor número de abonados en plataformas de streaming son los planes básicos donde no se tiene acceso al contenido 4K, ni al HDR ni al WCG.

Entonces, ¿cómo motivar a los potenciales nuevos clientes o a los actuales para que den el paso de gastarse más dinero en un plan 4K HDR WCG si la tendencia es que los contenidos audiovisuales sean un SDR mejorado con una paleta de colores más o menos tradicional?
Sin irnos muy lejos, en los análisis que hacemos aquí en AVPasión de algunos lanzamientos en Blu-ray 4K de películas destacadas, la tendencia es clarísima: el nivel de luminosidad mayoritario oscila entre los 100 y los 600 nits en el mejor de los casos, siendo la mediana más habitual entre 100 y 400 nits. Y hablo de películas con bastante presupuesto y con éxito internacional de taquilla o de festivales, no de un largometraje independiente.
El HDR está diseñado para que quienes miran en su teléfono pequeño puedan ver todo resaltado porque lo están viendo durante el día o en su oficina. – Barry Sonnenfeld, director
Desde Barbie (2023) hasta Gladiator II (2024, la cual estamos analizando para su próxima review) por citar dos largometrajes con un posicionamiento relevante en la industria, muestran esta tendencia. Por no hablar del caso extremo de la primera parte de Wicked donde hasta el Rec 709 se queda grande ante la sorprendente falta de color, saturación y contraste del largometraje.

Y otra pregunta: ¿por qué seguir vendiendo televisores que reclaman llegar a cifras de nits altísimas es la clave del marketing actual? No es que apenas haya contenido a 1.000 nits, es que los éxitos cinematográficos actuales tienden a apenas usar la cota de los 400 nits. Tantos artículos y tantos debates que tuvimos en foros de internet sobre el mapeo de tonos y resulta que el debate va a morir ¡por falta de uso del tone mapping!. Desde luego ¡quien nos los iba a decir hace un par de años!
Mi batalla personal por dirigir el debate de la compra del mejor televisor a quien tuviera mejor reproducción de color me temo que no va a correr mejor suerte si depende de los éxitos de series y películas de los últimos dos años. Insisto: Wicked, Oppenheimer o Nosferatu son tres géneros distintos con directores y presupuestos diferentes que se pueden ver perfectamente con un televisor de hace 8 años correctamente calibrado.
Esos primeros televisores OLED con unas especificaciones de HDR de unos 600 nits (calibrados) o con una cobertura del espacio P3 de un 70% (calibrados), les sobran nits y colores para ver la visión creativa exactamente igual que la diseñaron sus responsables creativos. La realidad es así de cruda: cada vez hay más contenido así.
Por supuesto, es cierto que los paneles de 2025 son mejores que los de televisores de 2017 en otros aspectos como uniformidad, precisión de gamma y colores, ruido inherente al panel, menos blooming y un largo etcétera. Aquí me ciño solo a la cuestión de los nits y espacio de color.
El marketing del HDR: Dolby Visión en entredicho
La razón de esta situación no es tanto técnica como estética: los cineastas simplemente conciben sus ideas dentro de los parámetros tradicionales de luz y color.
El HDR una tecnología visual diseñada para mejorar la experiencia visual a niveles nunca vistos hasta 2016. Permite a los creativos visuales dotar su trabajo de una profundidad y una vitalidad de luz y color inigualables, cambiando la forma en que percibimos el contenido visual. Al aprovechar la tecnología de alto rango dinámico (HDR), Dolby Visión o HDR10+ optimizan dinámicamente la calidad de la imagen según el servicio, el dispositivo y la plataforma específicos, ofreciendo contrastes profundos, colores vivos que revelan los detalles y matices más sutiles en escenas oscuras y/o brillantes.

Si se puede obtener exactamente la intención del autor en SDR, entonces, por definición, hay que distorsionarla para que se vea diferente en HDR. – Steve Yedlin, ASC, director de fotografía (Star Wars, Puñales por la espalda…)
Aunque Dolby Visión o HDR10+ se promocionan como un formato con colores y contrastes más ricos, la tendencia de las películas y series de televisión son poco más que SDR en un formato HDR: es decir, no aprovechan el rango dinámico ni la gama cromática más amplios del formato. Por consiguiente, es probable que el contenido sea prácticamente indistinguible del SDR, a pesar de la insignia Dolby Vision.
Quienes han invertido en televisores HDR y suscripciones premium (en su mayoría, las únicas que ofrecen HDR) esperando una mejor calidad, pero no la ven, podrían cancelar sus suscripciones. Y sin duda, algunos recurrirán a foros y redes sociales para expresar su desilusión. Aunque a día de hoy los foros arden por ver quien tiene la TV con más y mejores nits.
Mezclar HDR de contenido relevante y contenido «SDR en contenedor HDR» genera inconsistencia, confunde a los usuarios y debilita el desarrollo de estándares como HDR10 o Dolby Vision. Los streamers que descuidan el potencial del HDR también pueden quedar rezagados en la «guerra del streaming«, donde la calidad visual es un factor clave de diferenciación.
Todo lo relacionado con el HDR es simplemente otro lugar donde las cosas pueden salir mal, y no mucho más que eso – Steve Yedlin, ASC, director de fotografía (Star Wars, Puñales por la espalda…)
El contenido que solo es ‘HDR de nombre’ se arriesga a una avalancha de críticas por parte de analistas tecnológicos y aficionados. El público experto en tecnología es importante para impulsar la adopción de nuevas funciones, por lo que perder su respaldo podría ser perjudicial. Me refiero a esos SDR encapsulados en HDR, no estoy criticando la idea de que la estética visual sea moderada. Pues bien, esos ‘HDR de nombre’ también pueden llevar a los consumidores que de otro modo invertirían en la tecnología a concluir que el HDR no merece la pena.
Volvemos a lo mismo: si veo Nosferatu, Gladiator II o Barbie y se ven prácticamente igual en SDR que en HDR ¿por qué pagar más?
Por el contrario, considerando el gasto que realizan las plataformas de streaming en HDR, es financieramente irresponsable que el contenido no aproveche todo su potencial. A diferencia del HDR10 (un formato para el consumidor libre de regalías), las plataformas deben pagar licencias para distribuir en formato Dolby Vision, lo que genera mayores costos sin retorno de la inversión. Quizás esos operadores deberían considerar destinar parte de su capital al desarrollo profesional, al menos, en sus proyectos originales y exclusivos.

A quien le parezco invasivo esto, le recuerdo que las plataformas imponen modelos de cámara con los que grabar y flujos de trabajo de edición y postproducción muy concretos para gozar de su estreno en la plataforma que les financia.
Dado que el HDR requiere un enfoque claramente diferente en cuanto a exposición, iluminación, edición y etalonaje, los creadores acostumbrados a los flujos de trabajo SDR seguramente sentirán que la transición al HDR es disruptiva al principio. Puede que no tengan el mismo nivel de confianza o familiaridad, lo que genera frustración. Y, como ya hemos comentado, esa frustración a veces se dirige a los fabricantes, los estudios e incluso al público en general. ¿Os suena el caso de Disney y su decisión de olvidar el Dolby Visión en físico? Pues eso.
Las plataformas de streaming se enfrentan a varios riesgos estratégicos si continúan ofreciendo contenido HDR (y me refiero especialmente a Dolby Vision) que no ofrece diferencias tangibles sobre el SDR. Solo el beneficio parcial de más resolución y poco más.
Habrá que permanecer atentos a la evolución constante de la industria de la creación audiovisual, sus creativos, sus ideas y sus estéticas. La situación de que nunca ha habido mejores televisores y proyectores en la historia como los actuales para ver contenido que no usa ni un tercio de sus especificaciones no deja de ser sorprendente: la separación entre la tecnología y los creadores visuales .