Russell T. Davies se ha enfrentado una vez más al reto más difícil que conlleva ser el showrunner de una serie como ‘Doctor Who’. Cada temporada, las expectativas crecen, y con ellas lo hacen también las dimensiones de las amenazas a las que debe enfrentarse el Doctor. Como de costumbre, la temporada 14 de la serie ha estado formada por diversas aventuras individuales, pero ha ido dejando un rastro de migajas de pan que llevarían una narrativa mayor con la que concluiría la temporada.
El problema añadido de esta temporada y lo que, finalmente, ha hecho que tenga un aterrizaje dificultoso, está en su propia premisa. En esta decimocuarta temporada, Davies ha decidido traer la magia a ‘Doctor Who’. Desde que la segunda y fugaz encarnación del Doctor de David Tennant se enfrentó al Juguetero de Neil Patrick Harris en el último de los especiales del 60 aniversario de la serie, supimos que las reglas del juego habían cambiado.
Y así ha sido durante toda la temporada; el Doctor y su nueva acompañante Ruby Sunday han visto cosas inexplicables. Para su acto final, Davies se ha apoyado demasiado en el factor mágico, lo cual ha acabado derivando en un guion débil. Cuando existe la magia, es tremendamente fácil no dar una explicación lógica a las cosas, pero, desgraciadamente, no es tan fácil satisfacer a una audiencia que espera un episodio final que no deje cabo sin atar.
¡OJO spoilers Doctor Who!
Empezamos el episodio, ‘El imperio de la Muerte’, justo donde nos quedamos la semana pasada; el dios Sutekh, que se ha apoderado de la TARDIS, promete acabar con toda la vida. Sin perder más tiempo, eso es exactamente lo que hace. Sus secuaces (Susan Triad y Harriet, poseídas por el dios), soplan una nube de mortal que se esparce por toda la Tierra, convirtiéndo toda forma de vida a su paso en polvo.
El Doctor, su antigua acompañante Mel, y Ruby consiguen escapar por medio de una TARDIS “hecha de recuerdos” procedente de la ventana temporal que les vimos utilizar en los cuarteles de UNIT en el episodio anterior.
La nave improvisada les permite observar el estado de las cosas; no es solo la Tierra la que está muriendo. En un diálogo cargado de exposición, el Doctor explica lo que los fans más leales de la serie ya sabían: no es la primera vez que se enfrenta a Sutekh. Allá por los años 70, el Doctor consiguió vencerle tirándolo al Vórtice Temporal. Lo que no se imaginaba, era que Sutekh consiguió aferrarse a su TARDIS, y le ha acompañado en todos sus viajes desde entonces, fortaleciéndose y aprendiendo sobre el universo.
Esto nos da por fin una explicación para el misterio de Susan Triad. En cada lugar y tiempo en el que la TARDIS aterrizaba, Sutekh creaba una versión de la misma mujer (a la que llama su “ángel de la muerte) que, llegado el momento, sería una pieza clave en su plan de destrucción. Sutekh llevaba desde su última aparición en ‘Las pirámides de Marte’ plantando Susan Triads, y ahora todas esparcen su nube de muerte a través de todo el espacio-tiempo, destruyéndolo de un solo golpe.
Pero incluso este final, en principio coherente. comienza a flaquear cuando lo observamos con más detenimiento. ¿Cómo es capaz Sutekh de crear a una mujer de la nada? El Doctor ofrece una explicación sujeta con pinzas, y dice que lo hace con la ayuda del filtro de percepción de la TARDIS, que tiene un radio de 66.7 metros. “73 yardas”, dice Ruby, recordando ecos de su pasado borrado en el cuarto episodio de la temporada.
Todo parece encajar, todo está conectado y atado con un lazo perfecto, pero es tan solo una ilusión. El episodio se esfuerza por trazar líneas que conectan distintos puntos de la temporada, pero estas conexiones son el verdadero filtro de percepción, que hace parecer que realmente todo funciona en conjunto, cuando todos los nexos son puramente superficiales.
Volviendo a la trama, descubrimos que los tres supervivientes no han conseguido escapar (por el momento) de pura casualidad. Hay una razón por la cual Sutekh no acaba con ellos mientras les tiene delante, y se remonta —como no podía ser de otra manera— al misterio principal que atraviesa toda la temporada: el origen de Ruby Sunday. Y es que los protagonistas no son los únicos que no han sido capaces de resolverlo. El propio Dios de la Muerte, que ha estado presente en todo momento, no sabe quién es la madre de Ruby. Antes de destruir todo el universo, necesita saber la respuesta—ni siquiera un misterio puede quedar con vida.
De nuevo, el gran clímax de la temporada nos conecta con ‘73 yardas’. En ese episodio, Ruby se enfrenta al “primer ministro más peligroso de la historia”, Roger ap Gwilliam, cuya reforma principal es hacer obligatorias para toda la población inglesa las pruebas de ADN. Esto quiere decir que, durante su mandato, en 2046, tiene que existir un registro de la madre de Ruby con el que poder encontrarla. Finalmente, el Doctor y Ruby vencen a Sutekh por la fuerza, de una manera que no tiene nada que ver con la identidad de la madre de Ruby. Una vez más, las conexiones son más débiles de lo que parecen.
El Doctor ata a Sutekh a la TARDIS (la imagen es la de la máquina del tiempo sacando a pasear a un enorme perro con su correa), y lo arrastra por el Vórtice Temporal para devolver la vida a todo el universo. Aparentemente, si sumas muerte con muerte —Sutekh y el universo destruido—, obtienes vida. Todo lo que se había perdido en el episodio queda revertido de forma completamente inverosímil, incluso para los estándares de una serie de ciencia–ficción. Después de revivir el universo entero, el Doctor se ve obligado a hacer lo que menos le gusta: matar a su enemigo. Corta la correa y Sutekh se desintegra al caer en el Vórtice.
La coda final del episodio está dedicada a desvelar al fin la identidad de la madre de Ruby. A pesar de la (comprensible) decepción de los fans, la resolución de este misterio es uno de los pocos aciertos de este final de temporada. Resulta que la mujer que abandonó a su bebé frente a esa iglesia en Ruby Road en la víspera de Navidad de 2004 no era más que una madre adolescente completamente normal que no podía cuidar de su hija.
Aunque parezca anticlimática, esta explicación es preferible a otra mucho más enrevesada que intente dar un sentido inexistente a todos los sucesos de la temporada. Con esto, ‘Doctor Who’ se salva de implicar que lo único que hace importante a las personas es de dónde vienen, y reafirma su tesis de que todo el mundo es especial en su normalidad.
Lo que carece de sentido es todo lo que nos ha llevado a este momento. ¿Por qué una madre adolescente abandona a su hija vestida con una capa y encapuchada para que no se pueda ni llegar a intuir su rostro? La madre de Ruby no necesitaba esconderse, pero la trama de la temporada necesitaba que lo hiciera a pesar de no tener ningún sentido práctico, con el fin de crear una maniobra de distracción para la audiencia.
Los mejores esfuerzos de Ncuti Gatwa, que no deja de ser un brillante Doctor, no pueden hacer nada ante un guion al que le falta sustancia. Millie Gibson es encantadora como Ruby, pero los ocho episodios de la temporada no han dejado espacio para que una dinámica de acompañante y Doctor que podría haber sido emocionante llegue a florecer como debería.
Tristemente, este final no solo no se tiene en pie por sí mismo, sino que además deja al descubierto los errores que ya estaban presentes en episodios anteriores. Las referencias constantes a ‘73 yardas’ nos obligan a revisitar un episodio que ya en su momento requería que el espectador dejase atrás cualquier tipo de razonamiento lógico para que funcionara, y vemos que hace aguas por todos lados. Al final, la magia y la superstición no han sido suficientes para soportar el peso de una temporada entera de ‘Doctor Who’.
‘Doctor Who’ volverá a nuestras pantallas en Disney+, como todos los años, para su especial de Navidad, que contará con Nicola Coughlan (‘Bridgerton’, ‘Derry Girls’) como estrella invitada.