Los fans de Dune están de suerte. Mientras la tercera entrega de la saga se encuentra en producción —teniendo en cuenta la magnitud de las películas, podrían pasar años hasta que podamos verla —, ha llegado una distracción en forma de serie de HBO que explora nuevos aspectos del inmenso universo creado por Frank Herbert en las novelas que han dado lugar a la saga cinematográfica: Dune: La profecía.
¿Qué es Dune: La profecía?
La serie, desarrollada por Diane Ademu-John y Alison Schapker, es una precuela a la historia que cuenta Villeneuve en las películas. Se basa, por supuesto, en la obra seminal de Herbert, pero también adapta libremente la novela Sisterhood of Dune, escrita por su hijo Brian Herbert. El triunfo de las películas es innegable, pero el éxito de esta serie podría determinar si Dune trasciende la saga y se convierte en un universo cinematográfico multimedia.
Dune: La profecía nos sitúa más de 10.000 años antes del nacimiento de Paul Atreides, poco después de la gran guerra de los humanos contra las «máquinas pensantes» que dio lugar al universo de Dune como lo conocemos. Pero, en este caso, los Atreides y otras grandes casas del Imperio son tan solo agentes secundarios. La serie se centra en los orígenes de la hermandad que más adelante conoceremos como las Bene Gesserit, cuya influencia sobre la política imperial ya hemos visto a través de personajes como los interpretados por Rebecca Ferguson o Lea Seydoux en las películas de Villeneuve.
En ‘La profecía’ seguimos a dos hermanas, Valya y Tula Harkonnen, que lideran la Hermandad, cuyo objetivo es situarse cerca de aquellos en posiciones de poder para aconsejarles y practicar la eugenesia para producir los mejores gobernantes. Como ya sabemos, es este experimento el que da lugar al nacimiento de Paul Atreides 10.000 años más tarde.
Crítica de Dune: La profecía (¡Sin Spoilers!)
La serie se enfrenta a la complicadísima tarea de estar a la altura de las dos películas prácticamente perfectas de Villeneuve, y de tener que abarcar más con menos tiempo y menos presupuesto. Si lo que estás esperando al empezar la serie es una experiencia del calibre de Dune y Dune: Parte Dos, reajusta tus expectativas. En un aspecto puramente visual, la serie intenta recrear la grandeza de las películas, pero la ausencia de la sensibilidad de Villeneuve y su director de fotografía Greig Fraser pesa sobre cada plano.
En lo que se refiere a la historia, Dune: La profecía es una oportunidad para explorar en profundidad esta facción de monjas-brujas que parecen estar detrás de todo lo que ocurre en el universo de Dune. Sin embargo, la precuela opta por los diálogos expositivos en lugar de enseñarnos a través de imágenes lo que quieren que sepamos. Al final, acabamos recibiendo una de cal y una de arena: descubrimos nuevos aspectos de este universo y conocemos a muchos más de aquellos que lo habitan, pero lo hacemos en un proyecto mucho más convencional, y que carece de la sutileza narrativa de las películas.
La serie flojea sobre todo cuando se aleja de la Hermandad para acercarse a las intrigas políticas del Imperio. La trama secundaria no acaba de cuajar, y los personajes como el Emperador Corrino (Mark Strong) o sus hijos, la princesa Ynez (Sarah-Sofie Boussnina) y el príncipe Constantine (Josh Heuston), no adquieren el peso que necesitan. La sensación es como de estar viendo dos series distintas en una. Por un lado, un prestigioso drama de ciencia ficción de HBO. Por el otro, una versión más cutre de La casa del dragón de una cadena de televisión adolescente como The CW.
Donde la serie brilla es en su exploración de las primeras Bene Gesserit. Por primera vez, vemos cómo la hermandad entrena a sus integrantes, convirtiéndolas en polígrafos humanos y herramientas políticas. Es interesante descubrir más sobre el contexto en el que nace la Hermandad. En un mundo en el que se han erradicado los ordenadores en todas sus formas, la humanidad se centra en exprimir al máximo sus habilidades naturales. Las Bene-Gesserit, sobre todo en su versión evolucionada de las películas, pueden parecer brujas, pero sus poderes son en realidad el resultado de miles de años de aprender a controlar sus habilidades.
Dentro de esta Hermandad es donde más destacan también las interpretaciones de la serie. Mientras que, en otros aspectos, las actuaciones resultan rígidas a causa de los diálogos expositivos, las hermanas Harkonnen presentan la dinámica más interesante y sutil de la serie. Tanto Emily Watson y Olivia Williams en el presente, como Jessica Barden y Emma Canning en los flashbacks del pasado hacen de Valya y Tula el núcleo narrativo y emocional de la serie.
Desde luego, Dune: La profecía tiene sus propias señas de identidad que la diferencian de las películas. El propio planeta de Arrakis con sus montañas de arena que dan nombre a la saga prácticamente no aparece, lo cual hace que se nos olvide por momentos que lo que estamos viendo forma parte de la franquicia. Aunque esas diferencias la hacen quedar en evidencia a menudo frente a la perfección de las películas, no deja de ser una mirada nueva sobre un universo ficticio de una riqueza inmensa.
A falta del estreno del resto de los episodios, Dune: La profecía todavía tiene tiempo para alejarse de la exposición y encontrar su línea narrativa y su razón de ser: ¿qué aporta esta precuela que no esté patente ya en las películas de Villeneuve? El primer episodio de Dune: La profecía ya está disponible en la plataforma de Max.