Como todas las semanas desde el pasado 17 de junio, ayer volvimos a tener un nuevo capítulo de ‘La casa del dragón’. Entremos a desarrollar y analizar todos los avances que han hecho ambos bandos en su lucha por el poder.
Resumen de «El Molino en Llamas» (¡Ojo, spoilers!)
El capítulo arranca con la Batalla del Molino en Llamas, un conflicto que se desencadena a raíz de la rivalidad inmemorial de las casas Blackwood (bando Negro) y Bracken (bando Verde). Los herederos de ambas se enfrentan, en lo que acaba con la muerte de Lord Blackwood. Esta es la primera gran batalla de la Danza de Dragones, que da motivo para involucrarse a dos ejércitos vecinos y enemigos en la frontera de sus territorios.
Cuando las noticias llegan al Consejo Privado del rey Aegon, éste se alegra dando así por iniciada la guerra. Las Tierras de los Ríos (señorío de la casa Tully) serán cruciales para el desenlace del conflicto, y ello motiva a la recientemente nombrada Mano, ser Criston Cole, a marcharse en conquista de Harrenhal en nombre de su rey. Allí, sin embargo, se le han adelantado; Daemon ha llegado y se ha hecho con el poder de un ruinoso castillo, tan oscuro, fantasmagórico y tenebroso como medieval, intrigante e imponente. De noche, Daemon sufre alucinaciones motivadas por la culpa tras haber ordenado el asesinato de Jaehaerys, que le vaticinan morirá allí.
En Rocadragón, Rhaenyra entierra a los gemelos Cargyll y encarga a Rhaena, hija de Daemon y la difunta Laena Velaryon, que acompañe a sus hijos pequeños (Joffrey, Aegon y Viserys; los nombres de estos dos últimos generan algo de confusión en la trama) al refugio seguro en el Valle, en compañía de la familia Arryn con la que tiene relación a través de su madre. Rhaena se siente ofendida, al ser considerada inútil en lo respectivo a la guerra por carecer de un dragón. Pronto es consciente de la importancia de su labor, cuando a su marcha Rhaenyra le confía cuatro huevos por eclosionar, el futuro de toda una nueva generación de dragones.
Rhaenyra hace Consejera de Rumores a Mysaria, en agradecimiento por haberle salvado la vida alertando de la presencia de ser Arryk en el palacio. Ante el recrudecimiento de la situación, el Consejo Privado de la Reina aconseja a Rhaenyra actuar, tal y como la inminente guerra exige; sin embargo, ella apuesta por la vía conciliadora. Planea así ir a Desembarco del Rey y mantener una audiencia con Alicent, creyendo así que lograrán detener el mecanismo bélico.
En la capital, ser Criston Cole marcha de la Fortaleza Roja, acompañado por Gwayne Hightower, el hermano de la reina recién llegado desde Antigua. En su camino hacia Harrenhal, se topan con Baela y su dragón, quién los acosa desde el aire pero no les hace daño. En palacio, Aegon es manipulado por Larys Strong, quién es nombrado Consejero de Susurros, e inmediatamente después, acude al burdel en compañía de los nuevos miembros de su Guardia Real, sólo para terminar riéndose allí, delante de todos los asistentes, de las costumbres sexuales de su hermano Aemond.
Alicent es perdonada por Helaena, quién la sabe responsable por la falta de vigilancia en la Fortaleza la noche del asesinato de Jaehaerys. Durante su rezo en el Septo, la Reina Madre es interceptada por una Rhaenyra de incógnito, que propone un alto al fuego a Alicent. Ésta se niega, alegando que es demasiado tarde, y justificándose tratar de cumplir los últimos deseos de Viserys; Rhaenyra trata de explicar la confusión entre la profecía de Aegon el Conquistador y su hijo Aegon II, pero Alicent no escucha a razones y se marcha.
Rhaenyra se queda sola en el Septo, sabiendo ahora que no sólo se ve obligada a combatir en una guerra civil en contra de su propio hermano, si no que además el conflicto está motivado por un inocente malentendido.
Crítica: el 2X03 de ‘La casa del dragón’ consolida varias decisiones que devalúan la trama
No cabe duda alguna de que el corazón de este tercer capítulo es la conversación que comparten Alicent y Rhaenyra en el Gran Septo de Baelor (reminiscente de la que compartieran en la primera temporada tras la muerte de la reina Aemma Arryn). Rhaenyra busca la conciliación, al modo, como muy bien dice Rhaenys durante la reunión del Consejo Privado, de su abuelo el rey Jaehaerys. Así, la Reina Negra se niega a tomar decisiones violentas propias de la guerra en favor de poner fin a un conflicto que ha ido demasiado lejos. La propia Alicent parecía estar proponiendo lo mismo cuando, en el primer capítulo, mandara un pergamino a Rocadragón cuyo contenido nos es desconocido.
Y, sin embargo, lo que hemos escuchado en el Septo es una Reina Madre completamente cerrada al diálogo. Ambas reinas hablan durante un largo rato y, al momento de ser consciente de su «error» (entre comillas, ya que ella no tenía manera alguna de saber que lo era), Alicent se pone en pie y se marcha, negándose así a reconocer que ha obrado mal o a poner fin a un conflicto que con esta aclaración ha quedado más que resuelto. El guión de David Hancock parece así inclinarse hacia el lado Negro, arrebatándole toda oportunidad a Alicent de explicarse, y estableciéndola erróneamente como una mujer que sabe que lo que hace está mal, y aún así continúa en sus empeños.
Este es uno de los problemas que los fans empiezan a ver en la serie en comparación con el libro. La construcción de Rhaenyra como una mujer madura y virtuosa dista mucho del personaje original de Martin, una joven engreída que no por ello deja de tener derecho al trono de los Siete Reinos, su herencia legítima. Este crucial cambio ilustrado en la Rhaenyra de Emma D’Arcy hace que sea casi imposible estar del lado de los Verdes, cuyo rey sí que mantiene sus repulsivos vicios y desagradable personalidad.
La narrativa se inclina así por uno de los dos lados, desde la propia sala de guión de la serie, impidiendo a los espectadores una recepción de la historia equilibrada, matizada y justa.
Hablando de la personalidad de Aegon, mencionaremos también el pasaje del burdel. Aemond es un personaje sagaz, peligroso e interesante que lleva dos capítulos consecutivos siendo reducido a un niño grande. Esta primera propuesta nos pareció muy interesante en ‘Rhaenyra la cruel’, donde se exploraba la fracción de responsabilidad que el joven siente ante el asesinato de Jaehaerys. Sin embargo, este capítulo trata de replicar el efecto con una escena idéntica que reitera en exceso sin que sepamos muy bien por qué; infravalora así a los espectadores, y cansa un recurso que la semana pasada fuera tan sugerente como elegante.
El rey Aegon parece también haber perdido profundidad desde la primera temporada. El personaje que nos cautivó con una mirada perdida y una condena impuesta por la narrativa (condena que todos en los Siete Reinos parecen querer menos él) ha perdido interés a la vez que complejidad; sigue sin estar lo suficientemente entregado al trono como para ser un verdadero contrincante frente a Rhaenyra, pero hemos dejado de verlo como un joven torturado (por el peso de una corona que no quiere, y por el consecuente asesinato de su hijo) que sólo quiere extender su juventud unos años más. Últimamente sólo vemos en él un bully necio que no sirve para reinar ni para combatir.
Varias decisiones más que se han tomado a lo largo del capítulo parecen evidenciar una clara falta de reflexión en el la trama; Daemon se ha hecho muy fácilmente con Harrenhal, pero parece ignorar que sin un ejército que la defienda será también muy fácil perderla; Rhaena se queja, carente de dragón, mientras la bestia de su «difunto» tío permanece ociosa rondando la fortaleza Targaryen, esperando a ser reclamada; y Lord Corlys, de repente y sin haberlo hecho explícito nunca antes, admite tener dudas acerca de hacer a Joffrey (a quién, como todos, sabe bastardo) heredero de los Velaryon.
Por supuesto, no todo es malo; Eve Best sigue agraciándonos con una espectacular Rhaenys, un personaje con fuerza y presencia escénicas que siempre sabe qué decir y cómo actuar. Olivia Cooke, como lleva haciendo toda la temporada, nos ofrece la brillante interpretación de una reina llorosa y dolida que enternece que, al lado del inexpresivo Fabien Frankel, expresa aún más. Volvemos a ver a la genial Milly Alcock en el papel de la joven Rhaenyra, y se nos introducen el fiero Davos Blackwood, el castellano de Harrenhall Simon Strong y la curandera Alys Ríos.
Si algo hace este capítulo es bajar el conflicto a la tierra. Hasta ahora, todo lo que hemos visto concernía la sucesión dinástica encerrada en los palacios y con consecuencias que afectaban a príncipes herederos y princesas de pelo platino; sin embargo, con la Batalla del Molino en Llamas que pone nombre al capítulo, vemos como viejas rencillas de casas menores y gentes comunes se ven también afectadas por la guerra de Targaryen contra Targaryen.
La Danza de Dragones se verá pronto acrecentada por todos los ciudadanos de Poniente, que ven en ella una oportunidad para ejercer la propia vendetta contra sus vecinos y sus enemigos; transformándose así ésta en una guerra total que arrase con todo a su paso, inicie el declive de la casa del dragón y traiga consigo el largo invierno.
El cuarto capítulo de la segunda temporada de ‘La casa del dragón’ se estrena el próximo lunes 8 de julio, en exclusiva en Max.