‘La casa del dragón’ ha visto hoy, lunes 5 de agosto, la emisión de su último capítulo hasta, por lo menos, dentro de dos años. Con 70 minutos de duración, se convierte en el capítulo más largo de la serie, dejando a más de un aficionado con ganas de más. La primera temporada (como su precedesora antes que ella) estuvo compuesta de 10 capítulos; el inicio de la saga del sindicato de guionistas de Hollywood (WGA) seguido de la huelga de actores (SAG-AFTRA) coincidió con el arranque del proceso de rodaje de la segunda temporada de ‘La casa del dragón’; a ello podemos adjudicar, entre muchas otras cosas, la ‘falta’ de dos capítulos que rematen la entrega.
Entremos, antes que nada, a hacer un resumen de lo acontecido esta semana:
Resumen de ‘La casa del dragón’ 2×08: «La mujer que debía reinar» (¡Ojo, spoilers!)
El capítulo arranca con Tyland Lannister, Consejero Naval del rey Aegon, como emisario real en la base de la Triarquía. La corona necesita el apoyo de sus flota para romper el asedio marítimo de Desembarco del Rey que tiene al pueblo hambriento y con ansías de rebelión. El consejero, un Lord de Poniente muy lejos de ser un guerrero, debe batirse en combate cuerpo a cuerpo con el almirante Sharako Lohar; de conseguir abatirlo, se ganará su respeto y, en retorno, Lohar accede a colaborar con su causa. Tyland resulta un digno oponente y, Lohar no sólo fleta sus barcos si no que le pide a Tyland que se acueste con sus múltiples esposas.
El iracundo Aemond, tras enterarse de que Rhaenyra ha conseguido cosechar jinetes para Ala de Plata, Vermithor y Bruma, prende fuego a Punta Aguda. En la Fortaleza Roja, un Aegon todavía muy débil es persuadido por Larys Strong para abandonar la ciudad y huir a Braavos, donde está el oro de Harrenhal y donde pueden sobrevivir a la guerra civil para re-aparecer cuando todo termine como soberano indiscutible y legítimo heredero de Viserys. Aunque se muestra reticente, Aegon accede por miedo a su hermano, que ya ha intentado matarlo una vez para hacerse con el poder.
Helaena, descontenta con su posición como reina, y Alicent parecen tener la misma idea; deshacerse de las intrigas palaciegas y escapar el busca de la libertad. Aemond parece tener otros planes para su hermana, a la que intenta obligar a ponerse a las riendas de Sueñafuego para contrarrestar la fuerza aérea del bando Negro y sus siete dragones. Helaena se niega, y más tarde en el capítulo la vemos hacer uso de sus dotes proféticas para dejarle claro al Príncipe Regente que sabe lo que hizo con Aegon, que morirá de todas maneras y que nunca logrará hacerse con ese poder que tanto ansía.
Criston Cole encuentra un lugar para brillar en la que es probablemente su mejor escena de la serie; le vemos acariciar el favor que Alicent le diera antes de marchar a la guerra; al igual que nosotros, también lo ve Ser Gwayne, y cuestiona la integridad de sus votos de castidad. Cole admite estar aterrorizado tras la batalla en Reposo del Grajo, habiendo visto muy de cerca la muerte y desolación que traen consigo los dragones. En el Valle, Rhaena persigue al dragón salvaje Robaovejas para hacerse con él y poder, de una vez por todas, servir a su bando de forma útil.
Por su parte, Alyn de Quilla confronta a Lord Corlys, haciéndole ver que toda la gratitud y ascensos del mundo no cambiarán nunca el hecho de que los abandonara a él y a su hermano después de haberlos engendrado con una mujer que no era su esposa. En Rocadragón, Jace admite la presencia de los bastardos-jinetes, pero ello no le agrada, y entra en conflicto con Ulf, irreverente e irrespetuoso. Rhaenyra ordena a los jinetes que aprendan a montar sus dragones, puesto que pronto marcharán a la guerra (sobre Antigua y Lannisport) en un intento de detener el conflicto.
En Harrenhal, Daemon es sujeto de una última visión onírica cuando, guiado por Alys Ríos, toca el árbol corazón sagrado, de la fe de los Antiguos Dioses. En esta conexión instantánea, Daemon ve, entre otros, un augurio de su propia muerte, a Rhaenyra sentada en el Trono de Hierro, al Cuervo de Tres Ojos (Brynden Ríos), un vaticinio de la muerte de todos los dragones, y la que ha sido la escena que ha dado la vuelta a internet; Daenerys Targaryen, la fan favourite Khaleesi de ‘Juego de Tronos’, con sus tres dragones recién nacidos entre brazos. Para muchos, esto confirma que Daenerys es ‘El Príncipe que Fue Prometido’, cumpliendo así la profecía de Aegon el Conquistador.
Después de esta visión, en la que Daemon confunde a Daenerys con Rhaenyra, y recobra su fidelidad a ella por creerla la heroína de la leyenda, la reina aterriza en Harrenhal para asegurarse la lealtad de su marido y de sus huestes, que en efecto le rinden pleitesía.
A su vuelta a Rocadragón, y en medio de la noche, tiene lugar la escena más importante del capítulo: Alicent se presenta en los aposentos de Rhaenyra, y ofrece rendir Desembarco del Rey mientras Aemond esté ausente de la capital, con la intención de evitar el despilfarro de sangre. La reina madre reconoce así no sólo su error (que ha llevado al desencadenamiento de la guerra) si no también la clara desventaja en la que se encuentran los Verdes.
Rhaenyra y Alicent hablan de tú a tú y aunque la segunda, como es lógico, se muestra reticente, termina accediendo a que Rhaenyra decapite a Aegon para hacerse con el poder de la manera más ‘pacífica’ posible (¿para quedar como única heredera legítima, o para cobrarse venganza por la muerte de Lucerys?). La segunda temporada termina con un claro paralelismo visual; donde Alicent se ha librado, por fin, del peso de la corona (anhelando la conexión con la naturaleza, y la huida junto a su hija Helaena y a su nieta Jaehaera), Rhaenyra está atrapada entre muros de piedra, precedentes históricos y toda una vida entregada al deber.
Crítica; Rhaenyra y Alicent se intercambian los papeles
En la escena de conflicto final de la temporada, Alicent reconoce haberse entregado al que creía su deber durante todos estos años; y, una vez zafada de esa ‘capa de virtud’, ahora busca tan sólo poder pasear por la naturaleza (su hábitat natural, rodeada del verdor del Dominio) y vivir libre junto a su amable hija, Helaena. Rhaenyra duda de las intenciones de Alicent, creyéndola más ambiciosa y convencida de lo que es en realidad, y afirma que venderle la ciudad y la cabeza de su hijo le garantizará a la reina madre una consideración de ‘villana’ en los anales de la historia.
Este intercambio es mucho más significativo cuando le añadimos los detalles de arte que están espolvoreados por la escena; el más prominente, el color que ambos personajes visten. Rhaenyra, de madre Arryn, y Alicent, de madre Tully, se refugian en la simbología de su herencia materna, subrayando así cómo ‘La casa del dragón’ es la narración de dos mujeres, de dos reinas y, sobre todo, de dos madres, movidas por el deseo de proteger a sus hijos cueste lo que cueste.
Rhaenyra queda, como ya hemos mencionado, esclava de esa ‘capa de virtud’ que ahora es su propio sayo, simbolizada por los papiros de antigua historia valyria que ahora caen sobre sus hombros; mientras, y en contraposición, Alicent mira y, por primera vez, ve lo ancho que es el mundo a sus pies, más allá de las fronteras de la Fortaleza Roja.
Una vez termina la conversación entre ambas, y cada una reflexiona sobre las decisiones tomadas, vemos los múltiples ejércitos que se hacen a la guerra. Esto parece señalar que no importa cuántos pactos establezcan Rhaenyra y Alicent: el mecanismo de la guerra ya está accionado, y la toma de Desembarco del Rey no lo va a parar. Los ejércitos Stark, Lannister y Hightower (junto a Tessarion, el dragón de Daeron, el último hijo de Alicent que hasta ahora florecía en Antigua) se movilizan, como también lo hacen las flotas Velaryon y de la Triarquía.
Los fans de ‘Juego de Tronos’ se habrán quedado con amargo sabor de boca; uno de los establecimientos formales más importantes de la serie original es que en el capítulo noveno de las temporadas impares siempre veremos la muerte de uno de los protagonistas (en la primera de ‘La casa del dragón’ fue Viserys el elegido), mientras que en las temporadas pares nos esperan grandes batallas (la batalla del Aguasnegras, la de los Bastardos o la del Muro, entre otras). Al estar esta temporada ‘coja’ de dos capítulos, algunos especulaban ir a ver la batalla correspondiente en el capítulo séptimo, y otros esperaban verla en el desenlace del octavo.
Ninguno hemos quedado contento, con una finale que muchos han considerado anti-climática por estar falta de sangre, pelea y acción física. Sin embargo, este capítulo va mucho más allá de guerra y violencias; ‘La casa del dragón’ es una serie de conflicto sucesorio profundamente político, muy lejos (aunque no lo parezca) del tono de su predecesora, que se inclinaba mucho más hacia lo bélico y cuya trama solía avanzar a golpe de espada.
La segunda temporada de ‘La casa del dragón’ empezó muy fuerte, con un primer capítulo de cuidado estilo visual cinematográfico y repleto de acción; a lo que siguió un segundo episodio brillante que funcionó como ejercicio temático de guión. Sin embargo, la trama ha ido perdiendo algo de fuelle, con un estilo fragmentado en demasía que no permite ver la evolución de cada personaje, y se siente más como ver pequeños trazos desconectados en sus vidas. Los dos últimos capítulos han recobrado la fuerza del dragón, con una brutal cosecha de bastardos y una escena de conflicto compleja que hace textual el subtexto.
Unas interpretaciones estelares y una producción excelente, como siempre es de esperar en una serie de este calado, no obstante la convierten en una de las mejores series del año; y, en AVPasión, no podemos tener más ganas de ver el estreno de la tercera temporada. Mientras tanto, tendremos que consolarnos con el estreno de ‘El caballero de los Siete Reinos’, una serie que llega este 2025 a Max y que nos traslada a Poniente, 100 años después de la Danza de Dragones, para contar las aventuras y desventuras de Ser Duncan el alto y su fiel escudero Egg.