Ayer día 17 de junio Max publicó por fin el primer episodio de la esperadísima segunda temporada de ‘La casa del dragón’, precuela de ‘Juego de Tronos’. Una serie que se ha convertido rápidamente, sea por la compleja profundidad emocional de sus personajes y tramas o sea por los muchos y muy espectaculares dragones, en una de las mejores series en emisión.
Con las brillantes interpretaciones de un elenco coral, un guion enrevesado e intrigante, una producción de alto presupuesto y una inmaculada dirección de arte que nos transporta a un mítico pasado medieval, no cabe duda alguna de por qué la segunda temporada de ‘La casa del dragón’ es el estreno más esperado del año seriéfilo.
Entremos a desgranar todo lo que ha ocurrido en el primer episodio, titulado «Hijo por hijo».
¡Ojo! A partir de aquí haremos spoilers de todo lo ocurrido en ‘La Casa del Dragón’, tanto en la primera temporada como en el nuevo episodio
Hemos vuelto a Poniente y lo hemos hecho por la puerta grande. La primera temporada, en resumen, desencadena una serie de sucesos que desembocan en un tensísimo panorama a raíz de la muerte y sucesión del viejo rey Viserys I Targaryen. Cuando las noticias llegan a sus familiares, su hijo Aegon, guiado por su madre Alicent y por su abuelo Otto, sube al trono de acuerdo con la tradición; Rhaenyra, la hija mayor de Viserys y, aunque poco ortodoxo, su heredera desde temprana edad, mantiene su legítimo reclamo a la corona y trata de ganarse el apoyo de las casas nobles de los Siete Reinos, en preparación de una guerra que está a punto de estallar.
Cuando Lucerys, segundo hijo de Rhaenyra, y Aemond, segundo hijo de Alicent y hermano de Aegon, se encuentren en una de las casas que han ido a asegurar para sus respectivos bandos, ambos se enzarzarán en una batalla aérea de proporciones épicas que termina con la vida de Lucerys a manos de la temible Vhagar, descomunal montura del segundo. Así, Aemond logra (accidentalmente) su venganza, en retribución por el ojo que perdió cuando era niño tras una pelea con Lucerys. Ello desemboca en una declaración abierta de guerra según los preceptos del Talión que dan nombre al capítulo.
Es así como arrancamos la segunda temporada. Rhaenyra, que siempre había abogado por la negociación (en contraste con su violento marido, Daemon, siempre preparado para causar la guerra) está destrozada, furiosa y dolorida. La Reina Negra protagoniza varias escenas visualmente espectaculares y solitariamente silenciosas en su proceso de duelo, que la ha hecho ausentarse de sus deberes reales en Rocadragón.
Emma D’Arcy vuelve a congraciarnos con una de las interpretaciones más elegantes y contenidas de la serie, aún contando con pocos minutos en pantalla y con una única frase: «quiero a Aemond Targaryen». Así, la persona que asiste al Consejo Privado no es Rhaenyra I hija de Viserys, y Reina de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres; si no una madre de luto por la muerte de su hijo, evento que ella misma ha desencadenado mandándolo como mensajero.
Al otro lado de la Bahía de Aguasnegras, en el Gran Septo de Desembarco del Rey, Alicent reza por Lucerys. Una cosa importante a tener en cuenta sobre «La casa del dragón» es que sus protagonistas son dos jóvenes madres dolidas que comprenden la una a la otra, ya que que tan sólo buscan asegurar el bienestar de sus hijos y el futuro de su linaje. Cuando Alicent oye del asesinato de Lucerys a manos de su propio Aemond, el dolor de Rhaenyra lo siente como propio, y no puede más que lamentar la guerra que se aproxima, por saber todas las vidas que las madres de Poniente tendrán que llorar a lo largo del conflicto.
Simultáneamente, en la Fortaleza Roja, Aegon se sienta en el Trono de Hierro y escucha las peticiones de sus siervos. El primer instinto del rey es compasivo y generoso, teniendo muy en cuenta que si se quiere ganar al pueblo debe mostrarse magnánimo con él (algo que lo diferencia diametralmente de Joffrey, el último joven déspota que vimos gobernar Poniente sin merecerlo en ‘Juego de Tronos’); sin embargo, Aegon es abiertamente manipulado por su abuelo y Mano, Otto, como ya hiciera con su padre. El patriarca Hightower va así, a poco a poco, reprimiendo el instinto bien intencionado del rey, que en el fondo no ansía el poder.
Aegon es un personaje muy interesante; inmerso en una narrativa en la que todos quieren lo que él tiene sin haberlo deseado, es un chaval inmaduro deseando probarse hábil en su puesto, pero carente de la crueldad, agresividad o intelecto para hacerlo en condiciones. El joven rey prefiere tomar el pelo a los miembros de su Consejo, emborracharse en la sala del trono y rechazar las costumbres ancestrales de los Targaryen.
Aegon está casado con su hermana, Helaena; y, sin embargo, detesta haber sido obligado a tener hijos con ella, prefiriendo pasar sus horas engendrando rubios bastardos en el burdel. La joven reina Helaena es una ladrona de escenas en la serie; la sofisticada interpretación de Phia Saban brilla en este capítulo, que concluye con una secuencia más cercana al thriller que a la alta fantasía.
Tras pronunciar Rhaenyra sus determinantes palabras, el devoto Daemon no busca más que complacerla; así, el personaje de Matt Smith se dirige a los bajos fondos de Desembarco del Rey y allí contrata a dos hombres, a quienes promete una gran suma de dinero a cambio de infiltrarse en palacio y llevarle la cabeza de Aemond Targaryen (tal y como ha pedido su esposa). Un guardia y un cazador de ratas, convertidos en asesinos a sueldo, se cuelan en la Fortaleza Roja; sin embargo, su clara falta de experiencia en el campo hace que el trabajo pronto se les tuerza.
Los últimos diez minutos del capítulo toman un tinte sombrío, mientras perseguimos a los dos sicarios por los oscuros túneles de la residencia real en busca del príncipe Aemond. Con perspectivas cenitales y amplios planos de carácter cinematográfico, nos sumergimos en las profundidades del gigantesco castillo en una persecución en la que son casi atrapados en varias ocasiones.
Tras sentir su misión peligrar, la pareja encuentra a la reina Helaena velando el sueño de sus dos hijos (Jaehaerys y su hermana Jaehaera) y deciden acabar cuanto antes, llevándose la vida del heredero en lugar de la de Aemond (quién sólo ha dicho «un hijo por un hijo»). Al ser niños, los asesinos no son capaces de diferenciarlos y piden a la joven que les señale a su Jaehaerys para poder matarlo; Helaena se ve entonces en la tesitura de escoger a qué niño condenar, y tan pronto como los sicarios se abalanzan sobre el señalado, ella escapa del lugar con su hija en brazos, conmocionada y con una culpa que la persigue y la atormenta.
Helaena ya era un personaje mentalmente comprometido, con unas habilidades proféticas que hacen de ella una mujer con un alto grado de sensibilidad, aunque considerada una loca por todos los demás (con la excepción, como no puede ser de otra manera, de Alicent). Vemos, por tanto, a Helaena entrar en los aposentos de su madre, la única que la entiende, como una niña pequeña tratando de calmar sus terrores nocturnos. El capítulo termina con esta espeluznante y catártica secuencia, y lo último que vemos antes de fundirse la pantalla a negro es una traumatizada Helaena que todavía no procesa ser responsable de la muerte de su heredero.
«Hijo por hijo» goza de un ritmo pausado pero constante. Los planos amplios nos dejan disfrutar de una perfecta dirección de arte, con cuidados interiores medievalistas y exteriores salvajes que merecen verse en la pantalla más grande de casa. Como siempre, la pulcra ejecución técnica es característica de la franquicia: la espectacular banda sonora de Ramin Djawadi nos vuelve a acompañar, una temporada más, y el diseño visual (vestuario, maquillaje, efectos especiales y fotografía) que excede todas nuestras expectativas.
‘La casa del dragón’ ha vuelto por todo lo alto; con más guerras, intrigas palaciegas, asesinatos a sangre fría y conflictos dinásticos que nunca, la secuela de ‘Juego de Tronos’ es todo lo que podríamos pedir y más. El segundo capítulo de la temporada llega la madrugada del lunes 24 de junio, en exclusiva en Max.