Si el primer capítulo de la temporada nos hizo aterrizar de lleno en el Poniente de la vieja escuela (con dragones, intrigas palaciegas y el asesinato a sangre fría de un niño pequeño), la entrega de esta semana nos ha dado bastante que pensar. «Rhaenyra la cruel» no son 71 minutos de acción-reacción, si no más bien un ejercicio introspectivo que se zambulle en la vida privada y familiar de las dos soberanas de los Siete Reinos, un viaje al corazón de su dolor que tiene como objetivo humanizar y empatizar con ambos personajes.
Resumen de ‘La casa del dragón’: «Rhaenyra la cruel» (¡Ojo, spoilers!)
El capítulo arranca con la evacuación de la Fortaleza Roja, inmediatamente después del asesinato del heredero Jaehaerys. Acto seguido vemos a un Aegon furioso ante la muerte de su hijo y tomándola con la maqueta de la Vieja Valyria, el entretenimiento con el que su padre, Viserys, hacía pasar las horas. Esto es una metáfora bastante poco sutil que avecina lo que veremos mientras dure el conflicto dinástico: la destrucción total y absoluta de la casa Targaryen queda más que establecida con un Aegon que declara abiertamente la guerra.
En Rocadragón, las noticias del asesinato del heredero llegan a oídos de Rhaenyra. La reina se indigna ante la acusación de haber sido la culpable, niega toda responsabilidad y empatiza con el sufrimiento de Helaena. Sin embargo, el silencio de un Daemon que se sabe causante desencadena una escena de conflicto entre el matrimonio que concluye con el establecimiento de dos verdades: una, Rhaenyra no puede confíar en su tío y marido; dos, Daemon solo obedece a su propio interés. Desenmascaramos así, finalmente, a un personaje que hasta ahora se declaraba devoto de Rhaenyra, pero quién en realidad sólo ha guardado lealtad a sí mismo.
El Consejo de Aegon, liderado por la Mano, decide emplear la tragedia como herramienta en contra de los Negros, organizando una marcha funeraria que se gane la simpatía del pueblo llano. Así, mientras el rey busca responsables entre los trabajadores de la Fortaleza Roja, Helaena y Alicent exhiben su dolor ante los plebeyos. Aegon se niega a bajar la guardia y dejarse ver como un rey débil; y, por su cuenta, hace colgar a todos los cazadores de ratas del palacio (sabiendo que Queso, responsable de la muerte de su heredero, está entre ellos).
Ambos actos se contradicen, según la consideración de Otto, perdiendo así todo el favor ganado con el desfile; la Mano insulta al rey, quién por consejo de Larys Strong (hermano de Harwin, padre de los tres primeros hijos de Rhaenyra, y el hombre que ordenó matar a sus propios padre y hermano en Harrenhal) se deshace de su ayuda, otorgando este rol al fiel Ser Criston Cole. Cole, responsable en cierta manera del asesinato del heredero, trata de enmendar su error y actúa por libre. Manda a Ser Arryk Cargyll, haciéndose pasar por su hermano gemelo Ser Erryk (caballero en las filas contrarias), a asesinar a la reina Negra.
Como consecuencia de las acusaciones de la reina, Daemon huye de Rocadragón a lomos de Caraxes: no sabemos seguro a dónde, aunque todo apunta que se ha marchado a conquistar Harrenhal para los Negros. Rhaenyra hace partícipe a Baela (hija de Daemon y la difunta Laena Velaryon) de sus próximos movimientos y cuestiona a Lady Mysaria; es gracias al «gusano blanco» que la guardia real salva la vida de Rhaenyra, siendo quien alerta de que el gemelo de Ser Cargyll se ha infiltrado en el palacio. Los hermanos se baten en brutal duelo físico hasta que Erryk atraviesa con su acero el cuerpo de su hermano y, acto seguido, se da muerte a sí mismo.
«Rhaenyra la cruel» es un ejercicio temático de guión en torno a la culpa
Helaena, que se ha visto obligada a escoger de entre sus hijos, se siente culpable por haber condenado al heredero; Ser Criston sabe que su deber era haber estado vigilando los pasillos de la fortaleza (lo cual hubiera detenido a Sangre y a Queso a tiempo), en lugar de incumplir sus votos como caballero de la Guardia Real en la cama de Alicent; y la piadosa reina madre no puede aguantar el peso de «haber pecado» y se baña casi obsesivamente en un intento de limpiar su alma y desasirse de sus actos. Aegon, Aemond y Ser Arryk batallan con su propia culpa a su manera; desde el palacio, desde el burdel o desde territorio enemigo.
El propio Daemon carece de estos remordimientos («mis instrucciones fueron claras (…) no se me puede responsabilizar de un error»), lo que lo desenmascara ante una Rhaenyra que lo idealiza desde pequeña; la propia reina se siente culpable por haber incentivado esta actuación, e incluso la joven Baela confiesa no siempre querer a su padre, por saberlo salvaje y violento en demasía.
Este capítulo nos muestra también, a través de distintos paralelismos, la intimidad de las distintas relaciones afectivo-sexuales existentes entre los personajes; Aemond es acunado por su prostituta favorita, con la que comparte una relación materno-filial; Aegon y Helaena no son capaces de intercambiar palabra, aún atravesando un mismo duelo; Alicent y Criston mantienen un idilio fogoso y violento que parece nublar su entendimiento y evitarles aprender de sus errores; algo se rompe entre Rhaenyra y Daemon, mientras Rhaenys y Lord Corlys se establecen como la pareja más sana y estable de la serie.
Tanto Olivia Cooke como Tom Glynn-Carney nos agracian con dos espectaculares interpretaciones paralelas en el que sigue siendo uno de los departamentos más fuertes de la franquicia de ‘Juego de Tronos’. Alicent llora por el dolor infligido en su hija mientras que Aegon lo hace por su heredero; este último nos deja ver en este capítulo un matiz que no conocíamos hasta ahora. Vemos a un rey dolido, muy alejado del personaje indiferente que conocíamos hasta ahora, y ello desencadena una rabia vengativa que le da una nueva vida.
La mención al cuarto hijo de Alicent, Daeron Targaryen, parece estar preparándonos para la llegada de este personaje en temporadas venideras. Se rumoreaba que este príncipe había sido recortado de la trama por una mera cuestión de tiempo, como parece que sí ha ocurrido con Maelor (el tercer vástago de Helaena). Este capítulo nos introduce también a los hermanos Alyn y Addam, marineros al servicio de la casa Velaryon, recordamos que Lord Corlys fue a buscar al primero durante el capítulo anterior, lo que solo imaginamos nos indica que mantengamos un ojo abierto en relación a ambos.
Si algo podemos decir en contra de ‘La casa del dragón’ es que sigue muy de cerca la tendencia actual de la edición de imagen oscura. Esto, debido entre otras cosas al exceso de efectos especiales, hace del visionado algo incómodo si no se lleva a cabo en una sala sin ventanas o bien entrada la noche. La serie ha sido sujeto de críticas por ser visualmente mucho más «gris» que su secuela; en ‘Juego de Tronos’ la corrección del color era mucho más viva, y en ella recordamos ver el sol entrando de vez en cuando por los vanos de la Fortaleza Roja (algo que, sin duda, debemos atribuir a la dorada presencia de los Lannister).
«Rhaenyra la cruel» es un capítulo introspectivo con una acción pausada pero con una clara construcción temática. La estructura establece una serie de paralelismos que nos hacen llegar a una única conclusión: todos los personajes de la serie quieren lo mismo, y a todos les aquejan los mismos problemas. Sin embargo, el conflicto está llegando a unas dimensiones que hacen a todos ellos incapaz de pasar ninguna ofensa por alto, debiendo así devolver cada movimiento al bando contario en lo que es ya una guerra declarada por las dos partes.
El tercer capítulo de ‘La casa del dragón’ llegará a nuestras pantallas el próximo lunes 1 de julio, en exclusiva en Max. Os dejamos por aquí el avance: