Si te gustan los thrillers con giros inesperados, pueblos con secretos y personajes con pasado turbio, entonces tienes que echarle un ojo (pero YA) a La cúpula de cristal, la nueva miniserie sueca que acaba de aterrizar en Netflix y que, en cuestión de horas, ya está dando mucho de qué hablar. No solo ha entrado directa al top 10 de lo más visto en varios países, sino que también ha conseguido lo que pocas series logran: dejarte pensando en el capítulo incluso cuando ya ha terminado. Vamos, lo que se dice un mindfuck bien hecho.
Estrenada hoy, 15 de abril de 2025, esta serie de solo 6 episodios llega bajo el sello del mejor nordic noir, ese subgénero que los escandinavos manejan con maestría: ambientes fríos, silencios que pesan más que las palabras y crímenes que te remueven por dentro. ¿Y quién está detrás? Pues nada más y nada menos que Camilla Läckberg, la autora sueca que se ha ganado su fama a base de novela negra con sabor a café amargo y secretos de familia. Junto a ella, en la dirección, tenemos a Henrik Björn y Lisa Farzaneh, dos nombres que ya empiezan a sonar cada vez más fuerte en este mundillo.
La protagonista absoluta es Lejla, interpretada por Léonie Vincent, una actriz que te suena de algo pero no sabes de qué (hasta que buscas su nombre en Google). Lejla es una criminóloga y psicóloga forense que regresa a su pueblo natal por un caso que, desde el minuto uno, huele a gato encerrado. Lo que empieza como una investigación por una desaparición pronto se convierte en algo mucho más personal. Y ahí es donde la cosa se pone buena. Porque cuando el pasado y el presente se mezclan, ya sabes que el drama está garantizado.
La cúpula de cristal: una serie de thriller con sabor nórdico que no te va a soltar
A ver, vamos por partes. Lo primero que hay que decir de La cúpula de cristal es que, aunque es una serie corta, tiene una profundidad emocional y narrativa brutal. No estamos ante la típica serie de crímenes con el asesino de la semana, ni mucho menos. Aquí cada personaje importa, cada silencio duele y cada plano está ahí por algo.
El escenario principal es un pueblito sueco de esos que parecen tranquilos por fuera, pero que por dentro son una olla a presión. El tipo de lugar donde todos se conocen, pero nadie se dice toda la verdad. El pueblo es casi un personaje más, con sus bosques cerrados, sus cielos grises y esa atmósfera que te dice «aquí ha pasado algo feo y no nos lo están contando todo».
La historia gira en torno a una serie de desapariciones que, aparentemente, no tienen conexión directa entre sí, pero ya te imaginas que no es así. A medida que Lejla va tirando del hilo, las capas de la historia se van despegando como una cebolla (y sí, también te puede hacer llorar un poco). Aparece en escena un ex policía retirado, interpretado por Johan Hedenberg, que es como ese abuelo gruñón que guarda más secretos de los que admite. Y a partir de ahí, el misterio se va expandiendo, tocando temas como la violencia de género, el abuso psicológico y el peso del pasado en nuestras decisiones.
Lo que más engancha es cómo está contada. No hay fuegos artificiales ni cliffhangers artificiales. Aquí todo es sutil, pero efectivo. La tensión se construye poco a poco, como una cuerda que se va tensando hasta que se rompe. Y cuando lo hace, créeme, lo vas a sentir.
Visualmente, la serie es una pasada. Fotografía cuidada, paleta de colores apagada, planos largos que te dejan respirar (y a la vez te asfixian). La música está ahí, bajita pero constante, empujando la narrativa sin robarle protagonismo a los silencios, que aquí dicen mucho más que cualquier diálogo.
Y ojo con las actuaciones. Léonie Vincent se marca un papelón de esos que no se olvidan. Su Lejla es fuerte pero rota, inteligente pero emocionalmente inestable, decidida pero vulnerable. Vamos, un personaje bien construido, de esos que te crees de principio a fin. No es la típica heroína ni tampoco una víctima: es humana, con todo lo que eso implica.
Además, la serie no se limita al caso policial. También hay un subtexto emocional muy potente. Se habla del trauma, de la resiliencia, de las decisiones difíciles que uno toma para sobrevivir. Y eso le da un toque muy humano que se agradece en un género que a veces se centra demasiado en los enigmas y se olvida de las personas.
Así que ya sabes: hazte un café, apaga las luces, ponte una mantita y dale al play en Netflix. Que esta miniserie te va a atrapar en su cúpula… y no te va a soltar fácilmente.