Una imagen vale más que mil palabras, y eso lo sabe de sobra el oscarizado Barry Jenkins. Es por eso por lo que su miniserie sobre la esclavitud conquista con el primer vistazo. Eso sí, esto no quiere decir que sea revolucionaria, ya que en los últimos años nos hemos topado con una gran cantidad de series que abordan esta temática. Pero, sin duda, es una pequeña joya que recomendamos quitar de la lista de pendientes, y es realmente fácil hacerlo ya que está disponible en Prime Video.
Se trata de ‘El ferrocarril subterráneo‘ y está basada en la aclamada novela homónima de Colson Whitehead. Esta historia reimagina el famoso ferrocarril subterráneo como un tren real que circula bajo tierra, llevando a los esclavos hacia territorios donde puedan tener una vida más digna. En el centro del relato están Cora (Thuso Mbedu) y Caesar (Aaron Pierre), quienes se embarcan en una arriesgada huida mientras son perseguidos sin tregua por Ridgeway (Joel Edgerton), un implacable cazador de esclavos.
Un drama humano, la miniserie de Prime Video sobre la esclavitud

El guion, escrito por el propio cineasta junto a Jacqueline Hoyt y Nathan C. Parker, deja ver todo el drama humano que se esconde en la polémica de la esclavitud. Consiguen adoptar un enfoque lleno de sensibilidad que consigue traspasar la pantalla, algo que no siempre es sencillo. Desde ese núcleo emocional, el guion desarrolla sus escenas, clímax y giros narrativos con un manejo del ritmo cuidadosamente medido y preciso.
La visión profundamente humanista que impregna ‘El ferrocarril subterráneo‘ no suaviza, ni mucho menos, la crudeza de su relato. Desde el primer episodio, tras un prólogo tan lírico como inquietante, la serie nos sacude con una escena festiva que es abruptamente interrumpida por la brutalidad de los amos. La celebración se disuelve bajo el peso del castigo físico, marcando desde el inicio el tono implacable que sobrevolará toda la obra.
La violencia, aunque presente, nunca cae en el sensacionalismo. Barry Jenkins opta por una puesta en escena que equilibra la denuncia con una contención formal admirable: la cámara se detiene lo suficiente para que el horror se sienta, pero nunca para regodearse en él. Es en ese límite, incómodo pero necesario, donde la serie encuentra parte de su potencia emocional.
La serie tampoco evita adentrarse en cuestiones espinosas como el complejo del salvador blanco, el paternalismo y las dinámicas de control disfrazadas de generosidad. Ese engañoso «puedes ser libre, pero bajo nuestras reglas» planea constantemente sobre la narrativa. Un ejemplo claro lo encontramos en la primera parada de Cora y Caesar: una próspera comunidad urbana que, en apariencia, les ofrece libertad, trabajo y educación. Un entorno que, comparado con la brutalidad de la plantación, podría parecer casi idílico. Sin embargo, pronto se revela que detrás de esa fachada amable se esconden intenciones mucho más oscuras por parte de quienes los han acogido.
Una dirección de Barry Jenkins espectacular
La dirección de la serie es, sencillamente, espectacular. Cada plano está cuidadosamente compuesto, con una belleza visual que no solo resulta evocadora, sino que también aporta una dimensión épica al conjunto. La fotografía deslumbra, los encuadres son poéticos, y el trabajo actoral es sobresaliente en todos los niveles. El resultado es un prodigio técnico y artesanal que envuelve al espectador a lo largo de diez episodios, la mayoría con una duración superior a la hora, aunque se disfrutan con sorprendente fluidez.
Lejos de acomodarse, el cineasta demuestra un compromiso constante con la excelencia narrativa y estética. No hay concesiones ni momentos de pereza creativa: cada episodio mantiene una tensión emocional y visual que reafirma la ambición artística del proyecto. Esta es una obra que no se limita a contar una historia, sino que la eleva a través del lenguaje cinematográfico en su máxima expresión.
Nos encontramos con diez horas de serie que se nos hacen muy cortas, lo que hace que sea la miniserie perfecta para ver en cualquier momento en Prime Video.