Con una puntuación media de 8/10 en Rotten Tomatoes, “Rivales” (“Challengers”, en el inglés original) ha triunfado en taquilla y entre los espectadores. El día del estreno, la película ya había recaudado 8 millones de dólares; ganándose, por el camino, el favor del público.
“Rivales” cuenta la historia de Art (Mike Faist) y Patrick (Josh O’Connor), dos jóvenes promesas del tenis que llevan compartiendo experiencias en un internado desde los 12 años. Todo cambiará entre ellos cuando, en el que parece un torneo más, conozcan a Tashi (Zendaya). La obsesión que la joven despertará en ambos desemboca en relaciones paralelas de distinta naturaleza que separa el camino de los amigos en un intento de ganarse el favor de la chica.
“Rivales”, aclamada universalmente según Metacritic.
La película tenía su fecha de estreno inicial en agosto de 2023. Sin embargo, las huelgas del sindicato de actores (SAG-AFTRA) y guionistas (WGA) retrasaron todo el calendario de novedades de las productoras. Estaba planificado que “Rivales” abriera la programación de La Mostra de Venecia; pero, por esta misma razón, se suspendieron las sesiones y se pospuso la premiere. En España, como en el resto del mundo, la podemos ver en los cines de todo el país desde el 26 de abril.
Quizás el primer detalle a señalar sobre la cinta de Guadagnino sea la estructura no-linear que narra una historia fragmentaria de manera simultánea, desde el presente (un torneo categoría “Challengers” en Nueva Rochelle) y desde el pasado (vemos una procesión de escenas que rebobinan hasta 13 años y señalan los momentos decisivos de las relaciones entre los jugadores). Conocemos antes el desenlace que a los protagonistas o el mundo en el que viven, y ello elimina en nosotros, desde el principio, la intriga por conocer el final; para centrar nuestra atención en todo lo que los personajes (y sus actores) nos transmiten.
“Luca (Guadagnino) quería que las emociones fueran absolutamente reales y convincentes”.
Faist, O’Connor y Zendaya forman un trío poderosísimo que ejerce un magnetismo innegable, entre sí y con la pantalla. Zendaya despliega sus alas como actriz dramática, encarnando a una Tashi enamorada del tenis y apática con todo (y todos) los demás. El trabajo de contención que demuestra en las escenas del presente contrasta con la joven enérgica e iracunda de las primeras escenas. Su interpretación se enmarca dentro del tropo literario del artista obsesionado, algo que hemos visto antes en aclamadísimas cintas (“Cisne negro” o “Whiplash”, entre otras), pero nunca antes aplicado a una disciplina puramente atlética.
Josh O’Connor brilla en la interpretación de un Patrick gamberro a la par que patético. Es un personaje que no se deja doblegar y que nunca acepta un “no” por respuesta; y ello se hace patente cada vez que sonríe de oreja a oreja en unos primeros planos que nos meten de lleno en la escena à la voyeur. Faist no hace un mal trabajo, pero se desluce al lado de las fuerzas de la naturaleza que tiene por compañeros. El elenco lo completan Darnell Appling, Bryan Doo y Shane Harris en unos personajes que ni siquiera se acreditan con nombre; esta es, pues, una narrativa liderada por 3 personajes principales que la remolcan a sus espaldas. Nadie más cabe en esta pantalla, de la que Zendaya es la reina y el dúo Faist/O’Connor, los siervos.
El guión tiene claro lo que está haciendo en cada momento. Justin Kuritzkes, su autor, es dramaturgo y novelista, y se bautiza en el cine con este primer trabajo después de 14 años dedicados al teatro. La información está dosificada, y dividida con precisión entre lo que se dice en palabras y lo que enfoca la cámara con una mirada cuidadosamente dirigida. La no-linealidad se presenta lo suficientemente compartimentalizada como para no resultar confusa, y los saltos de tiempo aportan dinamismo a una película que alterna entre activos partidos al sol y calmadas escenas nocturnas en hoteles, saunas y albergues.
“No sé mucho de tenis, pero sí que sé mucho sobre el deseo” es lo que su productora, Rachel O’Connor, cuenta que respondió el director cuando le presentaron el proyecto.
Guadagnino lleva años dedicando su trabajo a la pasión, el erotismo sutil, la elegancia narrativa, y las relaciones interpersonales. “Call Me by Your Name” nos introducía en la relación secreta de un joven tímido y el amigo de su padre, con un entorno bucólico ambientado en la Italia natal del director; su cinta más reciente, “Hasta los huesos: Bones and All”, es una oda al romanticismo desde la perspectiva más visceral de todas. Así, “Rivales” se plante como la joya de la corona en lo que podría considerarse una trilogía de atormentado deseo juvenil.
Una estética pulcra, atlética y elegante, que nos traslada al elitista mundo del tenis y sus tenistas y una banda sonora tecno que aviva las escenas son los dos últimos detalles que hacen de “Rivales” una película redonda. Los juegos de cámara que se emplean en la última escena dan al público la sensación de estar ante una película experimental de alto presupuesto.
A través de una sucesión de planos extravagantes, que nos posicionan como el suelo que pisan Art y Patrick o como la pelota que se intercambian sobre la pista, Guadagnino pone punto final a un juego de perspectivas que lleva dos horas manejando de la forma más sutil. El último partido es una guinda encima del pastel; un pastel que ha venido a tomar Madrid, casualmente, en la misma semana que la capital celebra su Masters 1000. La cinta de Guadagnino es, a ratos, comedia, drama y romance; en todo momento y por encima de todo lo demás, sin embargo, Rivales es una película sobre tenis.