El pasado 21 de septiembre llegó a Netflix la cuarta y última temporada de la aclamada ‘Sex Education’. La serie inglesa, que ha mantenido un buen nivel de calificaciones a lo largo de su duración, ha tomado la sensata decisión —que muchas otras con su nivel de éxito evitan— de llegar a su fin mientras se encuentra todavía en la cresta de la ola, antes de que el público pierda interés o de que Netflix la cancele como ha hecho con tantas otras de su plataforma.
Se trata de un final agridulce. Si hay algo que ‘Sex Education’ sin duda alguna ha conseguido desde su primer episodio, es crear un elenco de personajes multidimensionales, en ocasiones odiosos, pero, sobre todo, entrañables. A pesar de todos sus errores adolescentes, la serie tiene compasión por sus personajes, y consigue siempre transmitirla al espectador. Es por ello que despedirse de Otis, Maeve, Eric, Aimee y compañía, cuyos enredos llevamos siguiendo desde hace cuatro años, es difícil.
El final de la temporada anterior dejó a la serie en una posición comprometida: el instituto de Moordale, escenario principal de las desaventuras de los protagonistas durante la mayor parte de la serie hasta el momento, cierra, y los alumnos se ven obligados a trasladarse a un sitio nuevo. Así pues, esta última temporada se ve obligada a hacer malabares con la tarea de llevar a término los viajes de todos sus personajes ya establecidos y la de introducir otros, nuevos, e interesantes, que aporten algo a la serie. Como resultado, la temporada, que solo cuenta con 8 episodios de alrededor de una hora de duración, se siente en ocasiones algo recargada. No existe una trama unificadora, sino que cada personaje parece estar viviendo dentro de su propia serie, con sus propios dramas y preocupaciones. Otis se encuentra con que Cavendish, el nuevo instituto, ya cuenta con un terapeuta sexual; Eric tiene una crisis religiosa; Aimee sigue en su viaje personal de redescubrimiento tras haber sido asaltada sexualmente; Adam ha abandonado el colegio; y Maeve está estudiando en un prestigioso programa de escritura en Estados Unidos; y cada personaje secundario tiene también su propia trama que ocupa parte de cada episodio. La serie hace un gran esfuerzo por que los personajes nuevos tengan también su importancia, pero algunos de ellos, por pura falta de tiempo para desarrollarlos mejor, se quedan ligeramente crudos. El espectador, consciente de la inminencia del final, no puede evitar que a veces se sientan como un estorbo para lo que realmente quiere ver, que es la conclusión de las tramas que las tres temporadas anteriores habían puesto en movimiento.
A fin de cuentas, sin embargo, esto supone tan solo un pequeño bache en la temporada final de ‘Sex Education’. Aunque hay una ligera sensación de que están ocurriendo demasiadas cosas a la vez, y de que están quitando espacio al desarrollo de las tramas principales, la temporada no tiene momentos malos, y sus momentos malos son brillantes. Se mantiene siempre en un nivel de entretenimiento elevado, y su marca personal de comedia inglesa incómoda e irreverente funciona tan bien como siempre. La serie consigue, una vez más, el punto en el que se desenvuelve con más comodidad; esa frontera entre el drama y la comedia, en la que los temas que trata son complejos y pesados, pero se manejan con cierta ligereza sin quitarles importancia. El episodio 7, penúltimo de la temporada, es un fantástico ejemplo de ello. Centrado en un funeral, es uno de los más emotivos de la serie entera, y no solo te hará llorar, sino que conseguirá que se te escape alguna carcajada entre las lágrimas. Para cuando llega el final de la temporada, las historias de cada uno de los personajes que conocemos y queremos han alcanzado una conclusión satisfactoria.
La serie tiene la suerte de contar, no solo con un núcleo de personajes interesantes y bien construidos, sino con un elenco de actores más que capacitados para cargar con su peso. Aunque todos ellos están ya completamente cómodos en la piel de los personajes y los interpretan a la perfección (ver a una actriz de la talla de Gillian Anderson en su papel de Jean, la madre de Otis es siempre un placer), es especialmente destacable el trabajo de Emma Mackey y Ncuti Gatwa como Maeve y Eric, respectivamente. En una serie coral como ‘Sex Education’, en la que todos los personajes tienen sus momentos para brillar, ellos dos brillan un poco más intensamente. Maeve es, en un principio, un personaje arquetípico: la “chica mala”, que opera fuera del sistema adolescente de popularidad porque, aparentemente, todo le da igual. Sin embargo, a lo largo de las temporadas hemos ido conociendo todos los lados de este complejo personaje y, especialmente en esta última temporada —a pesar de que está separada del resto de personajes durante la mayor parte del tiempo—, la vulnerabilidad y la honestidad que aporta Mackey a Maeve es emocionante. Gatwa, por otro lado, es —y ha sido desde el principio— una presencia imprescindible en la serie, dando a Eric una efervescencia y una personalidad arrolladoras.
Si ‘Sex Education’ se enfrenta a algún problema más grande, no es uno propio de la serie, sino de la plataforma de la que es propiedad. Netflix ha sido casi completamente responsable de la popularización del fenómeno del “binge watching”, de la costumbre de ver todos los episodios de una serie seguidos, uno detrás de otro, en muy poco tiempo. La plataforma ha fomentado este modelo, alejándose de la tradición televisiva de los episodios semanales, optando en su lugar por sacar todos los episodios de cada temporada de sus series a la vez. El resultado de la estrategia se repite con cada uno de sus grandes estrenos: el público consume los episodios nuevos y los comenta en redes sociales durante unos pocos días y, durante el resto del año, hasta que sale la siguiente temporada, la serie cae en el olvido. Sin importar cuántos usuarios vean las series de Netflix, difícilmente pueden alcanzar el nivel de relevancia cultural de series como, por ejemplo, su rival HBO, que mantiene a su público comprometido con una misma durante las semanas o meses que sacan sus episodios. Antes de empezar la propia temporada de ‘Sex Education’, Netflix se ve obligado a ofrecer al espectador, que probablemente lleva meses y meses sin pensar en la serie, un pequeño recordatorio de lo que ocurrió en episodios anteriores. Con el estreno de la pasada temporada de ‘Stranger Things’, Netflix experimentó con dividir la temporada en dos partes con un mes de diferencia entre sus estrenos, pero no ha extendido la misma oportunidad a otras series. Aunque el disfrute de ‘Sex Education’ sigue siendo grande, es una serie que quizás se habría beneficiado de tener más espacio para generar tensión y expectación en sus personajes.
Más allá de la decisión de Netflix de seguir empujando el “binge model”, la cuarta y última temporada de ‘Sex Education’ la ayuda a coronarse como una de las mejores series de adolescentes de las últimas décadas. La cantidad y variedad de personajes, aunque a veces pueda suponer un obstáculo para la trama, da la oportunidad a ‘Sex Education’ de tener uno de los elencos más diversos que se han visto en la historia de la televisión. Ver una serie en la que se hace un esfuerzo consciente por representar a personas de todo tipo y tratar sus historias personales con la debida importancia es un auténtico placer. La serie ha llegado a su fin, pero, sin duda, notaremos su influencia positiva en las series para públicos jóvenes en los próximos años y, con algo de suerte, serán tan interesantes de ver como ‘Sex Education’.