Hay pelis que aparecen en Netflix casi de la nada y, sin que te des cuenta, te tienen diciendo “¿pero cómo no vi esto antes?”. Pues La sociedad de los talentos muertos es exactamente una de esas. Una comedia sobrenatural taiwanesa que mezcla sustos, risas, ternura y crítica social con un estilo tan único que te atrapa en los primeros diez minutos… y no te suelta ni muerto (literalmente).
Seguro que ya estás cansado de las mismas fórmulas: fantasmas con cara blanca, casas embrujadas, sustos que ves venir a kilómetros… Pues aquí nada de eso. Esta película va por otro camino: los fantasmas tienen personalidad, estilo y hasta redes sociales, y lo que quieren no es asustarte… ¡quieren ser famosos! Sí, como si fueran influencers del más allá. Y lo mejor es que esta locura funciona, y de qué manera.
Por si fuera poco, la cinta tiene un 94% en Rotten Tomatoes, lo que ya es una señal bastante clara de que no estamos ante cualquier cosa. Pero ojo, no es solo para los fans del terror: esto es más una comedia con alma (y con fantasmas), donde lo importante no es tanto el miedo sino la historia, los personajes y ese mensaje bonito que se esconde entre susto y susto.
¿Por qué La sociedad de los talentos muertos es la película de terror-comedia que no sabías que necesitabas?
Vale, vamos por partes, porque esta joyita merece una buena disección. Para empezar, la historia gira en torno a Rookie, una joven fantasma que acaba de morir (una tragedia, sí, pero aquí no hay tiempo para llorar). Su problema es que está a punto de desaparecer definitivamente porque el único objeto que la mantiene en el mundo de los vivos —un certificado de un concurso de piano, falso además— ha sido tirado a la basura. El drama fantasmagórico es real.
Entonces aparece la solución: la sociedad de los talentos muertos, una especie de reality show del más allá donde los fantasmas compiten para convertirse en leyendas urbanas famosas. ¿Y cómo lo hacen? Pues asustando, pero no como en The Conjuring o Insidious, sino con creatividad, estilo y mucho drama. Piensa en Got Talent pero con espectros, cadenas y mucha niebla.
En ese camino, Rookie conoce a Camilla, su amiga fantasma buena onda, y a Catherine, una leyenda del susto caída en desgracia, que la toma bajo su tutela. Todo iba medio bien, hasta que aparece Jessica, una especie de fantasma influencer traicionera, que no solo tiene millones de seguidores (sí, del más allá también), sino que además tiene cuentas pendientes con Catherine. Ahí es donde empieza una guerra de sustos, rivalidades y egos flotantes, todo al más puro estilo drama adolescente, pero con muertos.
Y mientras todo esto pasa, la peli te mete en un mundo súper original donde los fantasmas tienen oficinas, redes sociales, rankings de popularidad… un ecosistema completo de ultratumba, que es tan loco como increíblemente bien armado. Además, tiene esos detalles que los fans del terror asiático amamos: leyendas urbanas locales, jumpscares bien puestos (¡que no se ven venir!), un poco de gore aquí y allá, y una estética que va desde los VHS de los 90 hasta los directos de TikTok.
Pero más allá del envoltorio, lo que hace especial a La sociedad de los talentos muertos es el corazón. Porque sí, hay bromas, hay sustos, hay drama, pero en el fondo se trata de algo muy real: la necesidad de sentirse visto, de pertenecer, de saber que uno vale la pena, incluso cuando ya no estás vivo. Y eso, amigo o amiga lectora, pega.
Además, las actuaciones son otro punto fuerte. Bo-Lin Chen, Sandrine Pinna y Gingle Wang se lo pasan pipa interpretando a estos fantasmas con tanto estilo y carisma que uno casi querría morirse para unirse al club (bueno, no tanto, pero se entiende). Todos aportan ese equilibrio perfecto entre comedia y emoción, sin caer en el ridículo ni en el melodrama.
En definitiva, La sociedad de los talentos muertos es esa rara mezcla de comedia, terror, cultura pop y mensaje profundo que te hace reír, pensar, y soltar una lagrimita sin que te des cuenta. Así que si andas buscando algo diferente, algo que no sea lo mismo de siempre, dale al play en Netflix y prepárate para obsesionarte también.